Imaginación para abolir las fronteras


Difícilmente habrá en el planeta una frontera que, al cruzarla, no suscite el sentimiento —así sea fugaz— de estar en el lugar equivocado y en la hora equivocada. En geografía, lo mismo que en la vida, las líneas que delimitan nuestros actos y nuestros pasos representan siempre una alternativa inevitable: obedecerlas o transgredirlas. ¿Cuántas fronteras cruzamos —o dejamos de cruzar— a cada hora de cada día? De la felicidad a la desdicha, del rencor a la concordia, de la sonrisa al horror, de la crueldad a la razón, de la soledad al encuentro… ¿Y dónde estamos mientras vamos pasando sobre ellas? Utopía y desencanto es el título de la colección de ensayos que el italiano Claudio Magris publicó en 1999. La reunión de esas dos palabras marca la importancia fundamental que la noción de frontera tiene para este escritor (la frontera como lo que existe entre dos territorios tan distintos como los que nombran esas dos palabras), pero también demuestra lo ilusoria que puede ser la oposición que sugieren: porque la utopía no ha de realizarse, al momento de nacer está siendo ya desencanto, y porque el desencanto es la confirmación de lo que nunca ha podido ser, lo que en todo caso importa es lo que hay entre ambas: la esperanza.
Autor de uno de los libros capitales de la literatura europea del siglo xx, El Danubio (una apasionada navegación por la historia a partir del río del que parecen emanar, como afluentes eternamente inestables, todas las fronteras de la cultura europea), con el conjunto de su obra Magris ha dado forma a uno de los más altos ejemplos de la literatura puesta al servicio de la verdad, así las tramas de sus ficciones a menudo aparenten estar armadas con la sustancia evanescente de los sueños. La imaginación como responsabilidad: su novela más reciente, A ciegas (que apenas está por aparecer en castellano, y de la cual el escritor leyó algún adelanto en sus visitas a Guadalajara y a la ciudad de México en diciembre de 2005), recoge el monólogo incontenible y alucinante de un hombre que ha atravesado todos los infiernos del siglo pasado: es quizás un recluso o un fugitivo, o un paciente psiquiátrico, y en su relato se entremezclan lo mismo las desventuras de un rey islandés condenado a trabajos forzados en Tasmania que los ecos más siniestros de los campos de concentración nazis; el canto de los argonautas o los estallidos de las bombas en la Guerra Civil española, o la brutalidad del régimen de Tito con un puñado de italianos que padecieron lo inimaginable por serle leales: un caos incontrolable, que sin embargo cobra sentido conforme la verdad va abriéndose paso contra el olvido. «Imaginen», dijo Magris cuando explicó el reto que supuso esta novela para su escritura, «a un compositor que está trabajando en una sinfonía para una orquesta que tiene novecientos músicos y un solo instrumento».
Las narraciones de Microcosmos, uno de sus libros más celebrados, constituyen una colección de universos que el escritor encuentra en su entorno más entrañable (su ciudad natal, Trieste, y las aguas del Adriático, con los hombres y las mujeres cuyas vidas están hechas sólo de pasado; las lenguas y las gestas del Tirol o de Yugoslavia), en una dilatada relación de cuanto el paisaje, el aire salobre, la música, los sabores, las voces y la luz ofrecen a los sentidos, pero también dan forma a una sugestiva cartografía del alma a partir de la atención que exigen los actos aparentemente más irrelevantes de lo cotidiano. «Un desconocido merece la misma investigación que Goethe», ha dicho el escritor, y tal convicción es uno de los fundamentos de su poética. Pero también está la búsqueda de la belleza y de la perfección como un deber: «La corrección lingüística es la premisa de la claridad moral y de la honestidad (…) Una sola coma en un sitio equivocado puede acarrear desastres, provocar incendios que destruyan los bosques de la Tierra».
Ganador en 2004 del Premio Príncipe de Asturias, prestigiadísimo germanista, profesor e historiador, Magris es también un articulista imbatible en la prensa de su país, atento a la actualidad y participante activo en ella. Y su literatura insiste una y otra vez en la posibilidad de entendernos mejor: «Tal vez el único modo para neutralizar el poder letal de las fronteras es sentirse siempre de la otra parte y ponerse siempre del lado de la otra parte».

Publicado en Magis.
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