Piénsenle

 
José José, como poseído, en su presentación en la FIL, este domingo 7 de diciembre. Qué le hace que haya cancelado Juan Gelman en el último momento: El Príncipe fue la estrella que cerró. (Foto: Verónica Nieva)
Algo tiene que pasar. La FIL es un bien para Guadalajara y para México, y suma cada año el trabajo de muchas personas, los recursos de una universidad pública que tiene grandes carencias y la inversión de numerosos organismos e instituciones públicos y privados. En 22 años ha llegado a significar mucho para quienes hemos envejecido —a lo mejor crecido también— con ella. En la edición que hoy concluye, los visitantes fueron multitud, incontables los títulos exhibidos, copiosísimas las actividades de sus diversos programas... Pero algo tiene que pasar: me voy con la impresión de que la feria ha dejado a un lado su vocación de fiesta cultural, y que buena parte de lo ocurrido en estos nueve días ha consistido en reiteraciones de lo ya visto: no es sólo que vengan, a lo mismo, las mismas figuras de años recientes (cómo es que Rius puede ser la estrella de un día; por qué Monsiváis vuelve a llenar un salón; Álex Grijelmo, Pérez-Reverte, ¿no se han enfadado de que los inviten? ¿Por qué Savater tiene que estar con Fher? ¿Para qué existe Diego Luna? ¿Por qué terminamos viendo a José José?): lo que me pregunto es cuánto interesará a los protagonistas más relevantes de la cultura de nuestro tiempo estar aquí. Creo que nada, y creo que tienen razón.
    Italia pasó sin pena ni gloria. Un pabellón horrendo, pobremente surtido; una delegación de autores interesantes, pero sobre todo desconocidos, y un programa que difícilmente pudo resultar atractivo más que para los ociosos que nos asomábamos a ver qué hablaban. ¡Y sigue Los Ángeles! Si no se reformula, creo yo, el cometido cultural de la FIL, con tal de ponerlo a salvo de las frivolidades y las veleidades pedestres de muchos, más valdrá que el esfuerzo y el dinero que cuesta hacer esto se inviertan de otro modo.
    Ya, pues. Hay que aprovechar el último día. Después de todo, hallarse rodeado de libros (¡no compré uno solo!), es reconfortante e inspirador. La FIL sigue valiendo la pena, aunque sea por eso. Y por la gente que sigue viniendo con alguna ilusión.

Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL, de Mural, el domingo 7 de diciembre de 2008.
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3 comentarios:

Alejandro Vargas dijo...
11 de diciembre de 2008, 20:47

Cómo superaste la tentación de no comprar ni uno solo???

José Israel Carranza dijo...
12 de diciembre de 2008, 0:14

No fue difícil, vieras: todo fue cosa de tomar cada precio como un insulto, como una afrenta personal, para pasar de largo y gozar imaginando los dineros que así hice perder a los expositores abusivos y mezquinos. ¡Salud!

Víctor Cabrera dijo...
12 de diciembre de 2008, 21:34

Pues fíjate que yo sigo yendo con la ilusión de verlos a ustedes. ¿Andaré mal?