Un hombre, por azares de la vida, resulta embarazado. Pero acaso no sea eso lo que más importa: en esta novela, desconcertante desde la ausencia de un acento gráfico que debería estar (¿o no?) en el título, lo que cuenta es el lenguaje y cuánto Eduardo Casar llega a hacer (y a deshacer, sobre todo) con él. Es un centenar de páginas en que se dinamitan todos los lugares comunes, y el resultado puede ser hilarante. ¿Cómo se le ocurrió a Casar, estupendo poeta, hacer algo así? Lo dijo en una entrevista: «Cuando un día iba yo muy contento en la calle y comencé a ponerme grandilocuente y a nombrar todo lo que veía con ese tono; es decir, buscando siempre, en cualquier enunciado, alguna fisura para colar otro significado distinto al habitual. La dinámica aquí es un juego de palabras, la idea es darle otros sentidos a las frases o lugares comunes».
Amaneceres del Husar, de Eduardo Casar. Punto de Lectura, 2008.
1 comentarios:
Se lo pediré a Baltazar.
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