Angustia
Al margen
Lafayette
Puede que en la decisión de nombrar al Corredor Cultural Lafayette, que tendrá lugar este fin de semana, haya habido un componente de nostalgia por un tiempo ya lejano e irrecuperable para Guadalajara: concretamente, el tiempo en que la Avenida Chapultepec se llamaba así, Lafayette, pero también el que prosiguió mientras hubo tapatíos que siguieron refiriéndose a ella de ese modo (quizás hasta que una generación completa fue incapaz de saber a qué podría aludir aquel eslogan publicitario: «Donde termina Lafayette ¡y empieza su economía!»). En una entrevista publicada por un diario local hace más de un año con el impulsor de la iniciativa, Iván Cordero, se lee que tuvo la idea de denominar así la zona, para manejar dicha denominación en su libro Manual de uso Lafayette, «porque así se conocía el lugar tradicionalmente»: el perímetro que comprende las colonias Reforma, Americana, Francesa, Moderna y West End, además de algunos barrios entre ellas —o bien lo que los tapatíos de antaño llamaban «las Colonias» (¿y si uno se acuerda de eso califica como tal, aunque también pueda tenerse por un tapatío de hogaño?): de ahí aquello de «Oblatos-Colonias», que era una ruta de camión emblemática —sí, los tapatíos les decimos «camiones» a los autobuses—, como lo refrenda Juan José Doñán en el estupendo libro sobre Guadalajara que precisamente tituló así.
El mapa que describe el territorio en que tendrá lugar el Corredor Cultural Lafayette abarca desde López Mateos hasta Federalismo y desde Washington-Santa Eduwiges-Agustín Yáñez hasta Avenida México-Juan Manuel. En él están marcados algunos de los puntos de interés arquitectónico más relevantes, y también —es lo que más me gustó— contiene una guía de árboles: las primaveras de La Paz, claro, entre Enrique Díaz de León (¿cuántos le seguimos diciendo Tolsa, así, sin acento?) y Chapultepec, pero también, el tabachín de Moscú entre Libertad y López Cotilla, o los pirules de Vallarta y Francisco Javier Gamboa (en el mapa dice «Luis Pérez Verdía», pero ahí todavía no se llama así... además: ya que estamos nostálgicos, sigue siendo Tepic, ¿no?). Aunque habría que hacerle algunos retoques y precisiones, el mapa es un documento apreciable, y creo que también lo es el afán de promover entre los habitantes de la ciudad la vivencia y el disfrute de esa zona, empezando por aprovechar las actividades que habrá.
Ojalá resulte bien, porque es iniciativa ciudadana y no parece que vaya a ser como esas otras presuntas «recuperaciones del espacio público», emprendidas o alentadas o solapadas por las autoridades en turno, que consisten básicamente en cerrar Chapultepec, convertirla en cantina ruidosísima para padecimiento de los vecinos y hacer pachanga sin más. Guadalajara ya no puede regresar a lo que fue en otro tiempo, pero sí puede ser una ciudad distinta de ésta en la que prevalece el desastre, prosperan la ruina y el estropicio y se vuelve más difícil cada día hallarla vivible. Quizás se pueda comenzar por aquí.
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 6 de diciembre de 2012.
Philip K. Dick: el arte de la paranoia
Con gripa
Foto: ©FIL Guadalajara/Pedro Andrés
La FIL con gripa: el infierno. Este sábado, ya con los penúltimos restos de energía, alcanzo a percibir una tensión en el ambiente de la feria que sin duda tiene relación con lo que pasa afuera, en el nuevo revolcón de consecuencias impredecibles que la historia le asesta al país. El año pasado, al hacer el ridículo en esta feria cuando fue interrogado acerca de los libros que lo habrían «marcado», Enrique Peña Nieto dio la prueba incontestable (por si hubiera hecho falta) de que es un pasmoso ignorante, pero además un hombre soberbio que se hundía más conforme luchaba por salir del fango en que lo metió su ignorancia; también dejó claro que es un político inepto para la improvisación a la hora de comunicar, y para la preservación de su propia imagen, que se estropea apenas ocurre algo imprevisto (como cuando le piden que diga qué lee). Lo que yo me pregunto es si será también vengativo: si aquello le ocurrió aquí, en la FIL, ¿puede esperarse que su administración llegue a interesarse por alguno de los asuntos que conciernen —al menos en teoría— al espíritu de la feria? Libros, lectores, cultura, educación, etcétera. O cómo los responsables de la FIL tienen previsto que ésta se entienda con los funcionarios en turno, que se sobreponga a las previsibles adversidades, que los temas a los que se aboca —al menos en teoría, otra vez—, como la promoción de la lectura, la facilitación del negocio editorial, la apertura de posibilidades para la prosperidad del ramo a nivel nacional e iberoamericano, etcétera, no se vean obstaculizados por la negligencia, la dejadez o la inquina de quienes vienen llegando.
La FIL con gripa: las actividades en el programa de este domingo danzan ante mis ojos empañados y no consigo anticipar a qué llegaré a meterme. Creo que más bien será cosa de tomárselo con calma y terminar de ver libros. En la venta nocturna del viernes, salvo algunos expositores que se animaron a rebajar (tantito) lo que traen, hallé pocas ofertas, y me di cuenta de que es cuando algunos (como el Fondo de Cultura Económica, nada menos) aprovechan para deshacerse de montañas de saldos que rematan a diez o veinte pesos. Así que hoy, como en realidad he hecho todos los días, me resignaré a seguir pagando libros carísimos.
La FIL con gripa: la presencia de Chile ha ido desvaneciéndose sensiblemente, y salvo el espectáculo de cierre, con la nieta de Violeta Parra, sólo quedan algunos despistados. Creo, con todo, que lo hicieron bien. No imagino cómo irá a ser la presencia de Israel en 2013: ¿será tan rara la FIL para ellos como, me temo, ellos son para nosotros? ¿Y cómo remontar esa dificultad? Y lo que sí me da muchísima curiosidad es saber qué pasará con el Premio FIL: ¿ya se murió y no nos han dicho? O, si lo dan, ¿quién va a tener cara para aceptarlo?
La FIL con gripa: me tomo una pastilla, me sueno indecorosamente (perdón), saco fuerzas para el último día y deseo de todo corazón que el año entrante ya estemos mejorcito.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el domingo 2 de diciembre de 2012.
Previendo
Foto: ©FIL Guadalajara/Natalia Fregoso
En mi afán de saber más sobre la nueva literatura chilena (quiero decir: más allá de los autores célebres, por las razones que sea, o de los ineludibles como Neruda, Parra, Rojas, Mistral o Huidobro), me metí la noche del jueves a una mesa en la que cinco escritores disertarían sobre «Los caminos divergentes de la narrativa joven» de aquel país. Malamente para mí, que iba más bien desprevenido, sólo hacia el final comenzaron a hablar de sus proyectos personales, que era lo que me interesaba —en particular los de María José Viera Gallo y de Claudia Apablaza, dos autoras que ya he tenido oportunidad de leer—; y es que la primera media hora se fue en abordar los problemas que tienen que encarar y que, aun cuando se parecen mucho a los de los nuevos escritores mexicanos, en realidad les conciernen sobre todo a ellos, y poco a sus lectores —o a quienes quisiéramos convertirnos en tales. A lo que voy es: ¿de qué manera podría ponerse en antecedentes, al público de la FIL, para que resulte más provechoso escuchar a los escritores que vienen de otros lados (en especial del país invitado)? Creo que es algo que la feria, y la delegación visitante en turno, podrían proponerse como una mejora sustancial: si ya sabemos que el año entrante tendremos aquí a los israelíes, ¿cuándo y cómo se podría facilitarnos conocerlos? Poniendo a circular sus títulos, por ejemplo.
Entre los recuerdos que ya va dejándome esta edición de la feria ya cuenta en los primeros lugares la presencia de Gabriel Orozco en el lanzamiento del libro que recoge su trabajo de tres décadas (editado por Conaculta). Inteligente, cordial, generoso, Orozco es sobre todo un artista que tiene las cosas muy claras y así consigue ponerlas al alcance de su público. Lástima que nunca falten los luciditos que buscan robarle minutos cuando es el turno de las preguntas de la audiencia y agarran el micrófono para soltar sus netas. Recomendación para estos casos: ¡pasen papelitos! Así la gente anota sus preguntas o comentarios, el moderador escoge los que valgan la pena, al final les da lectura, el ponente responde y todos nos ahorramos disgustos.
Escribo estas líneas en la inminencia de la venta nocturna, así que hasta mañana reportaré aquí qué tal me fue A ver si aguanto, porque ya veo los tumultos que se arraciman a la espera de hallar descuentos. Por lo pronto, este sábado ya empieza a relajarse el programa, aunque eso no garantiza que la Expo vaya a verse aliviada de las multitudes que la agobian: ¡es el día de Yordi Rosado! Estará en el Salón Enrique González Martínez, del área internacional, a las 17:00: lo anoto para saber a dónde no hay que acercarse ni por ocurrencia. ¡Ah, y un anuncio! A las 12:30 estaré con Luigi Amara presentando su libro La escuela del aburrimiento, en el salón Mariano Azuela. Amara es uno de los ensayistas mexicanos más estimables que hay, y este libro es una muestra formidable.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el sábado 1 de diciembre de 2012.