(De acuerdo: esta foto poco tiene que ver con el presente artículo. Pero a ver si así alguien pasa por aquí y se detiene tantito. Además: quién quiere ser literal en estos tiempos en que ya en nada —ni en la televisión suiza o austríaca— se puede confiar).
Por lo que parece —y uno, en su entendimiento silvestre de las materias abstrusas, generalmente ha de conformarse con lo que parece—, la llamada teoría del caos ni es teoría ni es del caos. Según ilustra Wikipedia (la fuente del saber para nosotros los silvestres), «no necesariamente es una teoría, sino que puede entenderse como un gran campo de investigación abierto», una rama de las matemáticas que se ocupa de lo que no se puede prever o lo «no lineal», y «caos» ha de tomarse «no como ausencia de orden, sino como cierto tipo de orden de características impredecibles, pero descriptibles en forma concreta y precisa». Entre las aplicaciones de este enfoque de observación de la realidad, que estudia los llamados sistemas dinámicos (que se clasifican en estables, inestables y caóticos: lo mismo que mucha gente, podría pensarse), están las que sirven a la medicina, la economía, la geología. Y, desde luego, a la meteorología, terreno del que proviene la adaptación de un viejo proverbio chino, que muchos hemos escuchado y que quizás incluso pueda llegar a sonarnos bonito... hasta que padecemos en carne propia las consecuencias de la fantástica verdad que encierra. Originalmente, dicho proverbio habría rezado de este modo: «El aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo»; una versión más moderna (el escritor Antonio Tabucchi la usó para titular un hermoso cuento), en cambio, dice así: «El aleteo de una mariposa en Nueva York puede provocar un tifón en Pekín», y en cualquier caso ha dado pie a lo que se conoce como el «efecto mariposa»: «una pequeña perturbación que, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande» (Wikipedia otra vez).
El miércoles pasado llovió en Viena: un tormentón, por lo visto, que fue causa de que se interrumpiera, por dos prolongados períodos, la transmisión en vivo del primer partido semifinal dela Eurocopa , que las selecciones de Alemania y Turquía disputaban en Basilea. Qué cosa más desasosegante: primero se fue la señal cerca del minuto 10 del segundo tiempo (el partido iba empatado), y a los pocos instantes volvió, pero con imágenes de relleno: una alemanita guapa y en la baba, una pandilla de turcos panzones pintados de rojo, el típico niño emblemático y ñoño con las banderas de ambas escuadras en los cachetes... No tenía caso cambiarle: en Televisa, en TVAzteca y en ESPN seguían viéndose sólo esas imágenes, hasta que el desperfecto se solucionó, cinco eternos minutos después. ¡Pero volvió a suceder! Y no sólo eso, sino que fue justo cuando cayeron el gol del desempate (Alemania) y el que metió Turquía para empatar otra vez (minutos 78 y 85, respectivamente). Era un partidazo, pero nadie fuera del estadio en Suiza lo podía ver.
Y uno que se la pasa quejándose, caray: si a los vieneses también se les desconecta el enchufe con una lluviecita (la mariposa que provocó el desastre global, un cataclismo en el hogar de cada aficionado delante de la tele), ¿qué podemos esperar?
El miércoles pasado llovió en Viena: un tormentón, por lo visto, que fue causa de que se interrumpiera, por dos prolongados períodos, la transmisión en vivo del primer partido semifinal de
Y uno que se la pasa quejándose, caray: si a los vieneses también se les desconecta el enchufe con una lluviecita (la mariposa que provocó el desastre global, un cataclismo en el hogar de cada aficionado delante de la tele), ¿qué podemos esperar?
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 27 de junio de 2008.