¡Bravo!

Aquí, uno de los momentos en que Santa Anna es aconsejado por una maceta, a la que llama «Nana», para que se amanse. 
(Foto: Alejandro Amezcua/Secretaría de Cultura de la Ciudad de México).

Estoy absolutamente fascinado. Fui a la ópera de Su Alteza Serenísima. Necio, insensato, habría preferido brincármela, pero me regalaron los boletos y ni modo. Cómo me habría arrepentido de no estar ahí. Primero, debo decir que nada sé de ópera, y que me parece muy respetable el trabajo de toda la gente involucrada en el montaje, desde Fernando de la Mora hasta los acomodadores. Habrán hecho lo que se pudo. Pero el libreto. ¡El libreto! Es la pieza que hacía falta para demostrar que Carlos Fuentes es el más grande malentendido de la cultura nacional: obra maestra de la redundancia, del lugar común, del mal chiste (en el cuadro que recuerda la Guerra de los Pasteles los soldados salen disfrazados ¡de pasteles!), del disparate histórico (aprendemos que Santa Anna inventó la goma de mascar mientras jugaba golf, por ejemplo), naturalmente obtuvo gran ovación de pie, con el autor agradeciendo los aplausos con todo el elenco, y feliz de la vida. Estuvo de risa loca. Un amigo me dijo: «Para la lana que se gastó en esto, mejor hubieran pegado cheques de diez mil pesos en cada butaca, y ya que todo el público estuviera en sus lugares que alguien hubiera salido a decir: “Busquen debajo de su asiento”. Todo mundo contento».
    Hoy están Los Tigres del Norte, hablando de lo suyo con Arturo Pérez-Reverte y Élmer Mendoza. Como ya Fuentes me puso de buenas, creo que sí me lo voy a aventar. Total, para lo que es la FIL desde hace ya varios años (una mezcla de pachanga, espectáculo, ociosidades), esto podrá ser siquiera entretenido. Lo mismo que el Foro de Novísimos Narradores y una Mesa de Escritores Irlandeses, donde hay un puñado de presencias que valen mucho la pena. Lo demás será vagabundear entre las presentaciones de libros (nunca he sabido bien para qué sirve una presentación, si con suerte nomás van los parientes), porque libros sigo y seguiré sin comprar. Es inmoral que un solo volumen —el de una novela que tengo años buscando— cueste $685 pesos. ¡Mejor voy a la ópera!

Publicado en la columna «¿Tienes feria?», del suplemento perFIL, en Mural, el miércoles 3 de diciembre de 2008.
Imprimir esto

0 comentarios: