Foto: FIL/Bernardo De Niz
Ya a medio camino, y no he tenido oportunidad de ponerme a ver libros
con calma. Quizás sea mejor, pues así no llegaré tan gastado a la venta
nocturna del viernes —seguramente una de las mejores ideas que la FIL
ha tenido en los últimos años: promover que los expositores pongan
descuentos a sus mercancías, siempre tan absurdamente caras y con buena
parte de las cuales terminan regresándose, también absurdamente. Sí me
di una vuelta ya por el pasillo de las editoriales independientes, donde
creo que hay mucho de lo mejor que puede uno encontrarse —y que es
adonde más sentido tiene ir: en tiempos de internet, cuando es posible
localizar libros prácticamente en cualquier lado, y encargarlos para que
lleguen por correo, o descargarlos si se cuenta con un aparatejo
electrónico, vale la pena asomarse con los independientes, que son a los
que más les falla la distribución y que sólo en ocasiones como la FIL
se puede ver qué traen.
Lo misterioso, para mí, es que si bien
no he tenido modo de ver libros, tampoco me la he pasado en
presentaciones ni conferencias, así que ¿en qué se me ha ido el tiempo?
He entrado a pocas actividades, en realidad, y rescato dos: el show de
James Ellroy, muy cotorro, para oír sus ladridos (así pienso que debe
ser una presentación: un autor que, lo poco que tiene que decir, lo
suelta pronto, e increpa a sus lectores para que vayan a comprar sus
libros), y la presentación de La fábrica del lenguaje, S. A.,
de Pablo Raphael, un título que me interesa especialmente y en torno al
cual su autor y quienes lo acompañaban (Cecilia García Huidobro y
Antonio Ortuño) dieron razones muy atendibles para animarme a comprarlo.
De ahí en más, pasé un rato a la segunda mesa de los «25 Secretos Mejor
Guardados», y salí pitando: qué cosa más tediosa, oír a un puñado de
desconocidos que, para mí, seguirán siéndolo: una decepción, creo que
atribuible al formato, pues bien se pudo haberlos preparado para que
expusieran algo más serio en vez de limitarse a dar respuestas insulsas a
las preguntas que se les hacían.
El programa de este
miércoles, como es tradición a media FIL, está bastante flojito, con la
excepción —desde mi punto de vista: habrá quien encuentre la felicidad
en otras cosas— de la presentación de Ánima, de Antonio Ortuño:
no sólo una estupenda novela en clave que tiene que ver mucho con
Guadalajara y varios personajes memorables del mundo tapatío del cine,
sino además una de las lecturas más divertidas que he tenido en mucho
tiempo, al grado de que una noche estuve a punto de ahogarme con las
carcajadas. A las 20:00 horas en el Salón Elías Nandino. ¡Tan tarde! ¿Y
en qué se me va a ir el tiempo hasta entonces? A ver si soy capaz de
averiguarlo.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el jueves 30 de noviembre de 2011.
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