Foto: Mural/Emilio de la Cruz
Me lo dijo mi amigo Martín Mora el domingo que nos topamos por los
pasillos de la FIL, arrastrando parecidos desencantos, y no pude sino
darle la razón: si un año dejara de organizarse la FIL, al año siguiente
no se recordaría y sería como si nadie se hubiera dado cuenta. Quizás
porque todas las ediciones terminan siendo tan parecidas y por el
evidente escaso interés que hay en introducir variaciones
significativas: como dice Martín, es cierto que la feria está muy bien
aceitadita y ya se sabe muy bien lo que funciona en ella (razón por la
cual, reconozco, seguimos yendo y no nada más por tercos, sino por la
certeza de que siempre encontraremos algo que valga la pena), pero con
la historia que tiene, ¿no debería atreverse a aprovechar su solidez y
su prestigio en pro de brindar a su público, viejo —como nosotros— y
nuevo, condiciones refrescantes y más estimulantes para el encuentro con
los libros?
Pienso, por ejemplo, en las razones que, más
allá del interés de las editoriales, podrían tener los autores más
importantes del momento para venir a Guadalajara. Es lo que yo más he
agradecido de los programas literarios de la FIL: la oportunidad de
escuchar a gente como Claudio Magris hace varios años, William Golding
hace siglos, Herta Müller esta vez o incluso Ray Bradbury, aunque sólo
estuviera vía satélite. Pero han sido muy poquitos: uno o dos por año. Y
aun cuando el programa sea tan diverso como ahora, lo cierto es que
podría concentrarse el esfuerzo en elevar el nivel, en vez de reciclar
siempre al puñado de los mismos que siempre andan por aquí. Y pienso
también en las condiciones del recinto ferial, insuficiente a todas
luces desde hace mucho tiempo y cada vez más inaccesible e inhóspito.
¿Veremos el día en que la FIL, que tanto le ha costado a la Universidad
de Guadalajara, se mude al Centro Cultural Universitario, que también?
Este martes planeo aprovecharlo bien con los alemanes, a ver qué tal
están haciendo su papel. Como soy tan ignorante de lo que es su
actualidad literaria, echo un poco de menos que hayan decidido dejar de
lado la tradición a la hora de hacer la maleta y que se hayan traído
sobre todo cosas nuevas. Pero no les pierdo la fe. Tal vez me asome
también a la presentación de El cuerpo en que nací, de
Guadalupe Nettel (entre los más interesantes de los mexicanos
jovenazos), a las 17:00 en el salón D del área internacional, y a la de La relación entre los tragasapos y los tiranos,
de William Hazlitt: uno de mis ensayistas favoritos, publicado por
Ditoria, una de las editoriales más valiosas y estimables de México, a
las 19:00 en el salón A de esa misma área. Aprovechando: ¿no habrá modo
de que prendan la calefacción? La reuma arrecia con tanto frío.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el martes 29 de noviembre de 2011.
1 comentarios:
En efecto. Reitero la hipótesis (y a ver si hay alguien valiente en la FIL que quiera refutarme): si dejan de hacer una edición, la del año 2012 por ejemplo, al año siguiente se perdería la tradición de la Feria y poca gente, aunque la recordara, la echaría realmente de menos.
Como eso no va ocurrir, pronto por lo menos, mi hipótesis sufrirá la misma consecuencia de su argumento: nadie recordará que yo lo dije una tarde, en un pasillo alfombrado de la FIL, mientras conversaba con mi amigo Israel Carranza.
Publicar un comentario