Foto: FIL/Marte Merlos
Las horas iniciales en la FIL, cada año, se me han vuelto un déjà vu en el que siempre me repito que las horas iniciales en la FIL, cada año, se me han vuelto un déjà vu... Quiero creer que la cosa será distinta para quienes vienen por primera vez: por las dimensiones de la feria, por el gentío, por las cantidades de libros a la vista y la cantidad de actividades que atestan el programa, el pasmo de la primera impresión debe dar paso naturalmente a la ilusión de que estas desmesuras entrañan una suerte de riqueza, de abundancia de ocasiones para el feliz descubrimiento. A estas alturas, me encantaría recuperar ese optimismo... pero la tengo difícil desde la inauguración, invariable en su formato tedioso y en algo que —ahora he caído en cuenta— me parece particularmente irritante. A ver:
Estaremos de acuerdo en que corren tiempos horrorosos (¿qué pasó hace tres días a unos pasos de aquí, en los Arcos del Milenio), y en que nada de lo que ocurre puede soslayarse en ningún momento —pues de lo contrario sí que estaremos perdidos. Pero pasa que a menudo, y lo pensé por la intervención de Jorge Volpi en la entrega del Premio FIL a Fernando Vallejo (y también por el discurso de Vallejo, pero ahorita voy sobre eso), que se exalta a la cultura y a la educación como la forma mejor de combatir «la violencia y la desigualdad», y que los pronunciamientos en ese sentido siempre merecen aplausos y dejan a todo mundo muy tranquilo... Y no es que dicho enfoque no tenga algo de sustento: lo malo es que ni la cultura ni la educación (que quién sabe qué signifiquen en un país como México) arreglan todo, como tampoco hay nadie que pueda decirlo en serio, aparte de que su exaltación emocionante y por lo general cursi termina por ser una mascarada más: palabrerío hueco y prescindible.
Y bueno, Fernando Vallejo. Chistosito, ¿no?, como se esperaba, en su sermón misantrópico y antirreligioso y vegetariano y antivoto y su pirotecnia presuntamente biliosa. Agradó mucho (quizás a los priistas presentes no tanto), le festejaron todo, se veía muy contento el señor. De bostezo. ¿Cuándo el Premio FIL volverá a tratarse de la literatura?
Espero que el diálogo entre Herta Müller y Mario Vargas Llosa, hoy a las 12:00, me reoriente a ese optimismo que decía, en mi necesidad de redescubrir lo mejor que puede sucederle a alguien en la FIL —aunque para ello habré de sobreponerme al tumulto y a sus ansias de espectacularidad. Por lo demás, hoy se presentan la Poesía reunida y los Cuentos completos de quien seguramente es la escritora mexicana viva más importante que hay, Amparo Dávila (a las 12:30, en el Salón José Luis Martínez), y comienza la pasarela de los «25 Secretos Mejor Guardados», que, creo, es uno de los programas más interesantes este año.
Estaremos de acuerdo en que corren tiempos horrorosos (¿qué pasó hace tres días a unos pasos de aquí, en los Arcos del Milenio), y en que nada de lo que ocurre puede soslayarse en ningún momento —pues de lo contrario sí que estaremos perdidos. Pero pasa que a menudo, y lo pensé por la intervención de Jorge Volpi en la entrega del Premio FIL a Fernando Vallejo (y también por el discurso de Vallejo, pero ahorita voy sobre eso), que se exalta a la cultura y a la educación como la forma mejor de combatir «la violencia y la desigualdad», y que los pronunciamientos en ese sentido siempre merecen aplausos y dejan a todo mundo muy tranquilo... Y no es que dicho enfoque no tenga algo de sustento: lo malo es que ni la cultura ni la educación (que quién sabe qué signifiquen en un país como México) arreglan todo, como tampoco hay nadie que pueda decirlo en serio, aparte de que su exaltación emocionante y por lo general cursi termina por ser una mascarada más: palabrerío hueco y prescindible.
Y bueno, Fernando Vallejo. Chistosito, ¿no?, como se esperaba, en su sermón misantrópico y antirreligioso y vegetariano y antivoto y su pirotecnia presuntamente biliosa. Agradó mucho (quizás a los priistas presentes no tanto), le festejaron todo, se veía muy contento el señor. De bostezo. ¿Cuándo el Premio FIL volverá a tratarse de la literatura?
Espero que el diálogo entre Herta Müller y Mario Vargas Llosa, hoy a las 12:00, me reoriente a ese optimismo que decía, en mi necesidad de redescubrir lo mejor que puede sucederle a alguien en la FIL —aunque para ello habré de sobreponerme al tumulto y a sus ansias de espectacularidad. Por lo demás, hoy se presentan la Poesía reunida y los Cuentos completos de quien seguramente es la escritora mexicana viva más importante que hay, Amparo Dávila (a las 12:30, en el Salón José Luis Martínez), y comienza la pasarela de los «25 Secretos Mejor Guardados», que, creo, es uno de los programas más interesantes este año.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», del suplemento perFIL, en Mural, el domingo 27 de noviembre de 2011.
Imprimir esto
1 comentarios:
que es prista ?
Publicar un comentario