¡Rigo Tovar no ha muerto! Ah, neee... es Gene Simmons.
Foto: Mural/Ricardo Pegueros
La nostalgia es una cosa inservible, como no sea para constatar mediante ella el arribo siempre súbito y horroroso de la vejez. Por suerte hay un antídoto contra las lamentaciones que promueve la recordación estéril del tiempo ido: el ejercicio de la perplejidad. Esto viene a cuento por la alharaca que se ha armado en torno a la entrega de los premios MTV (versión Latinoamérica, hay que precisar) anoche, en Guadalajara. Es tan alarmante la dificultad de entender qué diablos podrá significar cuanto hoy se ampara en las afamadas siglas (Music Television, querían decir hace millones de años), que felizmente no hay ocasión, o no todavía, de arrellanarse en la mecedora con un chocolatito y una concha para rememorar nuestras mocedades en la prehistoria ochentera.
No deja de ser asombroso que la carota de Gene Simmons ocupe buena parte de la primera plana del periódico cuando llega a la ciudad: no es sólo que todavía esté vivo, sino que la vida haya reservado para sus años provectos dotarlo con la apariencia de Rigo Tovar. A su lado, una muchachita (seguro uno está viejo cuando empieza a usar términos como «muchachita») nombrada Katy Perry, que quién sabe qué hará, pero por lo visto es una celebridad. Y ahí empieza a operar la desorientación, mayor y más paralizante entre más alto es el número de estrellas irreconocibles entre cuantas desfilaron anoche por la alfombra roja del Auditorio Telmex. Cosas llamadas Zoé, Kudai, Don Tetto... Eso qué. Ahora: los nombres que uno sí ubica, aunque sea por accidente (Café Tacvba, Julieta Venegas, Molotov, etcétera), también es complicado imaginar qué de notables tendrán para causar tanta sensación: igual parecen elenco de las Fiestas de Octubre o de Zapo¡pum!, y otra vez: eso qué.
Si, por un lado, el tiempo corre y uno va rezagándose irremediablemente del comercio con la actualidad, pues a eso conduce por fuerza el cultivo de ciertos gustos y, desde luego, de ciertos prejuicios, por otro lado el funcionamiento de MTV en la comprensión del mundo debe de ser algo ya muy distinto de lo que fue para la generación que vio nacer esa idea. Pasará por pedantería, pero a quienes vimos a Dire Straits, a The Cars, hasta a Madonna, recibir los primeros premios, MTV —y el apogeo del video— nos educó visualmente (o nos maleducó, da igual). Ahora los videos son lo que menos interesa en esa cadena: menos, por ejemplo, que los reality shows (zafios, soeces, repulsivos y, por lo general, tediosos), y eso sin contar que habremos sido legión los que renunciamos a seguir viendo ese canal la primera vez que Paulina Rubio apareció ahí. ¿A los jóvenes de hoy (¡y dale!) les importará en realidad la existencia de MTV? Porque las oportunidades para ver y aullarles a sus ídolos son infinitamente más abundantes (ahora existe YouTube, por ejemplo). Aunque quizás no tenga sentido hacerse ninguna pregunta al respecto: uno pensaría que hoy se habla una nueva lengua, incomprensible por meras razones generacionales, pero quién sabe: sólo que esa lengua sea la estupidez.
No deja de ser asombroso que la carota de Gene Simmons ocupe buena parte de la primera plana del periódico cuando llega a la ciudad: no es sólo que todavía esté vivo, sino que la vida haya reservado para sus años provectos dotarlo con la apariencia de Rigo Tovar. A su lado, una muchachita (seguro uno está viejo cuando empieza a usar términos como «muchachita») nombrada Katy Perry, que quién sabe qué hará, pero por lo visto es una celebridad. Y ahí empieza a operar la desorientación, mayor y más paralizante entre más alto es el número de estrellas irreconocibles entre cuantas desfilaron anoche por la alfombra roja del Auditorio Telmex. Cosas llamadas Zoé, Kudai, Don Tetto... Eso qué. Ahora: los nombres que uno sí ubica, aunque sea por accidente (Café Tacvba, Julieta Venegas, Molotov, etcétera), también es complicado imaginar qué de notables tendrán para causar tanta sensación: igual parecen elenco de las Fiestas de Octubre o de Zapo¡pum!, y otra vez: eso qué.
Si, por un lado, el tiempo corre y uno va rezagándose irremediablemente del comercio con la actualidad, pues a eso conduce por fuerza el cultivo de ciertos gustos y, desde luego, de ciertos prejuicios, por otro lado el funcionamiento de MTV en la comprensión del mundo debe de ser algo ya muy distinto de lo que fue para la generación que vio nacer esa idea. Pasará por pedantería, pero a quienes vimos a Dire Straits, a The Cars, hasta a Madonna, recibir los primeros premios, MTV —y el apogeo del video— nos educó visualmente (o nos maleducó, da igual). Ahora los videos son lo que menos interesa en esa cadena: menos, por ejemplo, que los reality shows (zafios, soeces, repulsivos y, por lo general, tediosos), y eso sin contar que habremos sido legión los que renunciamos a seguir viendo ese canal la primera vez que Paulina Rubio apareció ahí. ¿A los jóvenes de hoy (¡y dale!) les importará en realidad la existencia de MTV? Porque las oportunidades para ver y aullarles a sus ídolos son infinitamente más abundantes (ahora existe YouTube, por ejemplo). Aunque quizás no tenga sentido hacerse ninguna pregunta al respecto: uno pensaría que hoy se habla una nueva lengua, incomprensible por meras razones generacionales, pero quién sabe: sólo que esa lengua sea la estupidez.
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 17 de octubre de 2008.
6 comentarios:
¿A poco no le late esa clon de la Chimoltrufia a la que llaman la Julieta Venéreas, teacher? ¿No le pasa la onda emo? ¡Qué barbaridad!, usted y su compadre pura ranchera y blue grass... ¡¡¡Pos' así cómo!!! No le digo: con ustedes no se puede.
Si el compadre vengo a ser yo, malvado, pase a disculparse. No es que me guste la Venegas (cuya versión de aquella de Juanga, por lo demás, no es fea: "Tú / es / tás / siemprenmimente"), pero es que atribuirme no sé qué gusto por las rancheras no es de amigos. Yo puro rock del rootsy, que le dicen.
En cuanto al artículo de mi egregio amigo, maestro y guía espiritual, me quedo con dos palabras: "Eso qué". No cabe decir ninguna otra cosa en materia de Miúsic Televíshom.
Y se lo lavan con quitaesmalte Cútex (para que les suavice la cutícula).
No se esponjen,/ mis amigos,/ no se aflijan/ ni se aflojen:
Esas rancheras a las que me refería provienen de los feudos que extienden sus terrenos en las lejanas praderas de Wyoming, Idaho y Nevada. A ver, desniégenme.
Se lo enjuagan con Pinol (pa' que les huela a bosque).
vc
Ah, muchachos tan bulliciosos. Pero fíjense. La Chuleta Meniegas no sólo es una fuente infinita de inspiración para la más profunda hueva, sino que todos cuantos actuaron después de ella en el show de marras deberían bastarnos para tener claro que, rancheras o cualquiera otra cosa, lo que nos hace mover las patitas y alegra nuestros corazones ya no saldrá de nadie de edades inferiores a las nuestras. ¿No vieron a un pringoso que canta en un grupo llamado Zoe? Como para arrimarle un cerillo y que arda. Yo me lo hallo en la calle y le echo el coche encima.
Se lo tallan con piedra pómez (para que les quede güerito).
Es que me faltó aclarar que yo no vi la famosa premiación. La última vez que vi la tele fue hace como quince días, cuando el Atlante le ganó al América. Ya sé que ustedes, par de dos, adoran el cochino aparatito, pero entiendo que no van a despreciarme por no ver los domingos a Chabelo. En cuanto a mis gustos musicales, lo correcto es trazar, más que un "eje cultural" o mamadas por el estilo, una ruta de fayuqueros que vaya de París-Londres, la gran boutique, a Nashville, TN, pasando por el barrio de San Juan de Dios y por el antiguo Gigante Tepeyac, que fue donde vine a mercar tres o cuatro fuentes elementales de sabiduría: 'Synchronicity' (que oí por última vez, todo hay que decirlo, hace unos diez años), '¡¿Qué onda, ése?!' (que, hasta donde yo sé, no ha salido en compacto) y alguno de Twisted Sister, supongo que 'You Can't Stop Rock'n'Roll', cuando no 'Animalize' de Kiss (por aquello de no abandonar a Gene Simmons en plena carrilla). Y atasqueseacabe, criaturas.
Lávenselo con el rendidor, Clorálex, para que no se les percuda.
Gran faramalla que tuvo este evento y todo por la aparición de tantas y tantas estrellas estrelladas y uno que otro respetable (al menos reconocido). Katy Perry, no es un perfume? Lo gracioso es enterarse que no era un perfume, si no una monita que rebotó contra un pastel de quince años y verla arrastrándose entre el betún. Y la gran decepción (sumada a los duetos imposibles) fue la presentación de Metallica. Una canción. Esos si saben como destrozar gente.
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