«¡El Grammy me viene guango!», declaró El Príncipe, «¡voy a estar en la FIL!».
Lo sabe cualquier enemigo de la báscula: no es lo mismo crecer que engordar. Hacen como que no lo saben, en cambio, los organizadores de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuya vigésima segunda edición fue anunciada el martes en rueda de prensa —acto que también sirvió para enterarse de que a Raúl Padilla no le ha dado gripa en tres años, y que va al gimnasio todos los días: él lo dijo—: una larga relación de cifras, nombres, encuentros, homenajes, espectáculos, etcétera, que será posible encontrar en una feria a cuyo considerable sobrepeso se le sumarán, este año, algunas tallitas más.
Dijeron, por ejemplo, y con gusto, como si fuera cosa buena, que el área de exposición agregará 9 mil metros a los 26 mil del año pasado, y que en ellos cundirán 300 mil títulos y pulularán 500 escritores. Así fueran 3 millones de títulos y 500 millones de escritores: cuando una cantidad pasa, pongamos, de 20, ya se vuelve inconcebible y tiene muy poco o ningún sentido para cualquier mortal. Pero, tradicionalmente, la FIL ha sido muy dada a expresarse en cantidades obesas, y a venderse a sí misma a granel: de ahí que presuma, una vez más, los kilómetros de nuevos pasillos que le brotarán este año y la multiplicación de actividades simultáneas que tendrán lugar en sus nueve fugaces días, aun cuando en las sumas cuenten por igual los puestecitos donde se venden rompecabezas y pulseras que las editoriales más prestigiosas, o que tanto valga una charla de António Lobo Antunes como la presentación del libro Ésta es mi vida, de José José. (Bueno, nada de malo tiene que José José escriba un libro, que además lo publique y encima venga a presentarlo: lo feo sería que le diera por ponerse a cantar, y más ahora que le ha dado por el reguetón). ¿La FIL crece porque se ensancha y pasarán más cosas en ella? Habría que ver, pues acaso debería examinarse dicho presupuesto en función de la calidad de esas cosas que habrá.
La presencia de Italia, por ejemplo. Viene una tropa nutrida de autores, pero muy pocos que nos suenen (ignorantes de nosotros) a los lectores hispanohablantes. Ni Claudio Magris, ni Roberto Calasso, ni Alessandro Baricco, ni Antonio Tabucchi... Vaya, ni Umberto Eco. En la rueda de prensa, tanto el Embajador italiano como Padilla (y, al quite, en representación de los editores italianos, Jesús Anaya, en la regañiza que le dio a una reportera preguntona), se afanaron —más bien inútilmente— en aclarar que no hay un fondo político en las razones que estos autores, y otros muchos, pudieron tener para declinar la invitación. Como sea, el caso es que no estarán. El que sí, y muy enfiestado, será Carlos Fuentes, que recibirá copioso homenaje por el dudoso mérito de haber alcanzado la ochentena, y hasta debutará como libretista de ópera. Es decir: el boato y la espectacularidad no faltarán, y habrá mucho de todo, sólo que no todo de eso mucho importará gran cosa. De modo que la FIL crece, sí, pero está volviéndose una gorda enfadosa, que ya no encuentra qué ponerse.
Dijeron, por ejemplo, y con gusto, como si fuera cosa buena, que el área de exposición agregará 9 mil metros a los 26 mil del año pasado, y que en ellos cundirán 300 mil títulos y pulularán 500 escritores. Así fueran 3 millones de títulos y 500 millones de escritores: cuando una cantidad pasa, pongamos, de 20, ya se vuelve inconcebible y tiene muy poco o ningún sentido para cualquier mortal. Pero, tradicionalmente, la FIL ha sido muy dada a expresarse en cantidades obesas, y a venderse a sí misma a granel: de ahí que presuma, una vez más, los kilómetros de nuevos pasillos que le brotarán este año y la multiplicación de actividades simultáneas que tendrán lugar en sus nueve fugaces días, aun cuando en las sumas cuenten por igual los puestecitos donde se venden rompecabezas y pulseras que las editoriales más prestigiosas, o que tanto valga una charla de António Lobo Antunes como la presentación del libro Ésta es mi vida, de José José. (Bueno, nada de malo tiene que José José escriba un libro, que además lo publique y encima venga a presentarlo: lo feo sería que le diera por ponerse a cantar, y más ahora que le ha dado por el reguetón). ¿La FIL crece porque se ensancha y pasarán más cosas en ella? Habría que ver, pues acaso debería examinarse dicho presupuesto en función de la calidad de esas cosas que habrá.
La presencia de Italia, por ejemplo. Viene una tropa nutrida de autores, pero muy pocos que nos suenen (ignorantes de nosotros) a los lectores hispanohablantes. Ni Claudio Magris, ni Roberto Calasso, ni Alessandro Baricco, ni Antonio Tabucchi... Vaya, ni Umberto Eco. En la rueda de prensa, tanto el Embajador italiano como Padilla (y, al quite, en representación de los editores italianos, Jesús Anaya, en la regañiza que le dio a una reportera preguntona), se afanaron —más bien inútilmente— en aclarar que no hay un fondo político en las razones que estos autores, y otros muchos, pudieron tener para declinar la invitación. Como sea, el caso es que no estarán. El que sí, y muy enfiestado, será Carlos Fuentes, que recibirá copioso homenaje por el dudoso mérito de haber alcanzado la ochentena, y hasta debutará como libretista de ópera. Es decir: el boato y la espectacularidad no faltarán, y habrá mucho de todo, sólo que no todo de eso mucho importará gran cosa. De modo que la FIL crece, sí, pero está volviéndose una gorda enfadosa, que ya no encuentra qué ponerse.
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 24 de octubre de 2008.
4 comentarios:
Deja tú lo gorda, lo mamona.
vc
jajaja gorda enfadosa.
las gordas mamonas tss
cuidado
Los pasillos de la FIL ya son intransitables de personitas que buscan el nuevo título de Carlos Cuauhtemoc Sanchez o Paulo Coelho (o no! Ya volví a echar mis pedradas a los dos, mal de mí), pero siempre es bonito ir a ver los títulos que queremos (unos pocos los compramos) y a decir: “aaaaaaahhh ese yo lo quiero, pero ya no traigo dinero). Y si le festejan a Fuentes, que lo hagan bien, para que en un tiempo no lo tengamos por aqui con regalitos y demás.
Saludos.
Moraleja: lo que la U. de G. gasta en pachangas de homenaje a don Carlitos F. (a. k. a. "El Doño") lo ahorra en Contac X. ¿Quién será el valiente que le inocule así sea un estafilococo a semejante fuerza de la naturaleza?
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