Pongámoslo de este modo: a las incomodidades de circular por el estrechísimo pasillo del Centro de Negocios se suma una preocupante inseguridad. No quiero pensar lo que sería un incendio o la estampida provocada por un temblor. Toda la gente sale de las presentaciones al mismo tiempo, toda la gente se queda ahí atorada, haciendo chorcha, y entre los apretones, el sofoco, los empujones y las palmetadas en el lomo que sabemos darnos con los amigos que da gusto encontrar (se me hace que ayer dejé apostemado a Luigi Amara), es el puro horror.
La noche del domingo fui escolta de Kate del Castillo. Estábamos, un camarada y yo, nomás lerendeando y haciendo tiempo, cuando la vimos pasar rodeada de edecanes, edecanos y dos policías. Y ahí vamos, listos para quitarles las cámaras a los paparazzi. Mientras llegábamos al salón donde presentaría su libro dimos en especular sobre los tormentos que, por lo visto, ahí describe. Al final admitimos la desilusión con esta apreciación de mi amigo: «A mí se me hace que está más guapo Luis García». (Otra estrella —si bien apagada, oxidada— es Anel, que presentará, como Kate, el relato de su vida desgraciada: le hubieran hablado a Tatiana para hacer una vez un congreso. ¡Qué buen nivel está agarrando la Feria, no cabe duda!).
Tumulto en el homenaje a Álvaro Mutis. Está bien: aunque a mí me revienta la adoración que la gente le rinde a Gabriel García Márquez, celebro que éste, con su presencia, haya convocado a tal multitud en torno a su paisano. Mutis, poeta supremo y originalísimo, profundamente conmovedor e iluminador, merece tener muchos más lectores, y cuanto se haga en pro de ello está bien —así haga falta recurrir a la botarga bigotona. A ver si quienes veneran al Nobel de Aracataca se animan, por la recomendación de éste, a descubrir al padre de Maqroll o a reencontrarse mejor con él.
Los «días de profesionales» (cuando la gente normal no puede entrar sino hasta pasadas las cinco de la tarde) son los mejores para buscar y comprar libros. Claro: para los privilegiados que contamos con gafete. Es lo que he hecho el lunes. Sin mucho éxito: los libros no sólo están carísimos —los descuentos siempre son sospechosos—, sino que además me da la impresión de que a los expositores cada vez les importa menos la venta al público, y traen prácticamente lo mismo del año pasado. No hay grandes novedades ni grandes hallazgos. Viendo cómo está por crecer Expo Guadalajara, quedo pensando si el año entrante la Feria por fin se propondrá innovar en lo concerniente a la exposición y venta de libros. Porque ahora, como están las cosas, es un tedio enorme.
La noche del domingo fui escolta de Kate del Castillo. Estábamos, un camarada y yo, nomás lerendeando y haciendo tiempo, cuando la vimos pasar rodeada de edecanes, edecanos y dos policías. Y ahí vamos, listos para quitarles las cámaras a los paparazzi. Mientras llegábamos al salón donde presentaría su libro dimos en especular sobre los tormentos que, por lo visto, ahí describe. Al final admitimos la desilusión con esta apreciación de mi amigo: «A mí se me hace que está más guapo Luis García». (Otra estrella —si bien apagada, oxidada— es Anel, que presentará, como Kate, el relato de su vida desgraciada: le hubieran hablado a Tatiana para hacer una vez un congreso. ¡Qué buen nivel está agarrando la Feria, no cabe duda!).
Tumulto en el homenaje a Álvaro Mutis. Está bien: aunque a mí me revienta la adoración que la gente le rinde a Gabriel García Márquez, celebro que éste, con su presencia, haya convocado a tal multitud en torno a su paisano. Mutis, poeta supremo y originalísimo, profundamente conmovedor e iluminador, merece tener muchos más lectores, y cuanto se haga en pro de ello está bien —así haga falta recurrir a la botarga bigotona. A ver si quienes veneran al Nobel de Aracataca se animan, por la recomendación de éste, a descubrir al padre de Maqroll o a reencontrarse mejor con él.
Los «días de profesionales» (cuando la gente normal no puede entrar sino hasta pasadas las cinco de la tarde) son los mejores para buscar y comprar libros. Claro: para los privilegiados que contamos con gafete. Es lo que he hecho el lunes. Sin mucho éxito: los libros no sólo están carísimos —los descuentos siempre son sospechosos—, sino que además me da la impresión de que a los expositores cada vez les importa menos la venta al público, y traen prácticamente lo mismo del año pasado. No hay grandes novedades ni grandes hallazgos. Viendo cómo está por crecer Expo Guadalajara, quedo pensando si el año entrante la Feria por fin se propondrá innovar en lo concerniente a la exposición y venta de libros. Porque ahora, como están las cosas, es un tedio enorme.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el martes 27 de noviembre de 2007.
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1 comentarios:
uuuuuy no me digas eso, bueno, a ver que encuentro :)
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