Foto: FIL/Natalia Fregoso
Comprar
libros en la FIL tiene sentido siempre que se verifique alguna de las
siguientes condiciones: primera, que se trate de títulos que sea
sumamente improbable encontrar en otra ocasión (imposible nunca es,
porque existe internet); segunda, que los precios en la feria sean
efectivamente menores que en otros lados, cosa rarísima, pues me he dado
cuenta de que varios expositores encarecen sus mercancías con el fin de
simular, ya en la FIL, que aplican un descuento, con lo cual los libros
terminan costando lo mismo que en una librería —en el mejor de los
casos, pues en la simulación se las arreglan para acabar fregándote de
cualquier modo—; tercera, que el deseo de los libros en cuestión sea
poderoso e irreprimible, al grado de saltarse las dos primeras
condiciones e incurrir en la insensatez —y es lo que siempre me pasa,
por eso acabo con la maleta reventando... y por eso cargo maleta, porque
ya me conozco bien. ¿Cómo resistirse? Por ejemplo con los libros
ilustrados de El Zorro Rojo, en el área internacional: bellísimas
publicaciones de alta literatura editadas con un primor que yo no he
visto en otro lado.
Interrogado por un reportero, un
comandante de la Policía de Guadalajara calculó que en el transcurso de
las 9:00 a las 13:00 horas de este viernes habrían entrado a la Expo
entre 18 y 20 mil almas. Por su parte, la Secretaría de Vialidad contó
alrededor de 90 autobuses circulando o estacionados en las
inmediaciones. Las cifras no sonarán exageradas para quienes
presenciamos el tumulto, y a riesgo de ser machacón, no quiero dejar de
insistir sobre lo pésimo de esta costumbre de la FIL: inundarla con
cargamentos de estudiantes que no sólo ignoran a qué vienen (los
profesores se desentienden de ellos y los sueltan a que hagan el
desmadre que quieran), sino que quedan vacunados para nunca regresar por
su cuenta, al fin que ya vinieron —porque no les quedó remedio— y por
qué diablos habrían de volver, si ya vieron lo que tenían que ver.
Además es peligrosísimo: ¿se espera que suceda una desgracia (una
estampida, estudiantes sofocados o malheridos) para poner remedio? Es
una lástima —pero qué bien se esponjan las cifras de asistencia así,
claro. La cara más desagradable de la FIL.
Aunque
quién sabe: este sábado estará Peña Nieto, y seguro que eso gana: la
feria como un escenario para el provecho propagandístico de éste y los
otros que ya han pasado. O qué tal esto: también estará Yordi Rosado,
que se ha convertido en uno de los infaltables (y, desde luego, en uno
de los autores más celebrados cada año). A desentenderse de todo eso, y
mejor refugiarse en la búsqueda de libros, para perseverar en la
placentera insensatez.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el sábado 3 de diciembre de 2011.
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