El cuadragésimo aniversario del primer alunizaje ha sido ocasión para preguntarse de nuevo si la tecnología, más allá de los deslumbrantes progresos que ha alcanzado en las últimas décadas, tiene la imaginación suficiente para llevarnos a Marte. Lo cierto es que ya fuimos y estamos allá. Claro: el uso del plural, en estas cuestiones, es un poco jactancioso: quien fue y está allá es un señor que, por estos días, va acercándose a los 90 años de edad; que vive en Los Ángeles (si bien sigue en Marte, pues corre el año 2009, y su aventura, que dio comienzo hace diez años, habrá de concluir en 2026), y cuya empresa fabulosa empezó a tomar forma desde que era un adolescente intrigado por descubrir cúal habría sido el origen del mundo de Oz.
Es Ray Bradbury, y el libro es Crónicas marcianas. Jorge Luis Borges, que lo vertió al español, no pudo sino declarar su conmoción: «¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me pueblen de terror y de soledad?». Hablaba, Borges, de los «deleitables terrores» que encontró en esa relación de belleza hipnótica en la que Bradbury da cuenta de la vida cotidiana en el planeta enigmático —pero, está visto, en absoluto inalcanzable: «A orillas del seco mar marciano se alzaba un pueblo blanco, silencioso y desierto. No había nadie en las calles. Unas luces solitarias brillaban todo el día en los edificios. Las puertas de las tiendas estaban abiertas de par en par, como si la gente hubiera salido rápidamente sin cerrar con llave. Las revistas traídas de la tierra hacía ya un mes en el cohete plateado se ennegrecían, agitándose, intactas, en los quioscos callejeros».
Fue su segundo libro publicado, en 1950. Tres años después aparecería Farenheit 451: una perturbadora novela que se ocupa de un mundo en el que los libros han sido proscritos, al grado de que hay cuerpos de «bomberos» dedicados a localizar los ejemplares que todavía queden desbalagados en cualquier lugar para prenderles fuego. Únicamente la perseverancia de ciertos disidentes puede mantener a salvo la memoria de los siglos inscrita en los restos de las últimas bibliotecas: almacenándola en su propia memoria, de tal manera que un hombre puede ser el Eclesiastés, otro La República de Platón, uno más Los Viajes de Gulliver y otro Walden de Thoreau. Estos rebeldes, que suman miles en todo el planeta desolado y embrutecido, vagan, econtrándose y reuniéndose en pequeños y conmovedores grupos alrededor de fogatas, dejándose escuchar unos a otros y esperando a que corran tiempos mejores en que las imprentas puedan volver a funcionar.
Practicante, en sus inicios, de la literatura policiaca, dramaturgo y guionista ocasional, articulista infatigable y firmante, incluso, de algún libro de poemas, Bradbury es un autor indispensable si se busca demostrar que la invención literaria es una de las más felices formas de entender la vida. Cuando cumplió 80 años aseguró que todas las mañanas lo acomete el mismo entusiasmo, ante la máquina de escribir, que experimentaba a los 12. Ha recibido toda suerte de premios, incluidos un Emmy y una nominación para el Oscar, y entre otras tareas excéntricas trabajó para diseñar atracciones de los parques de Disney en Florida y en Francia. Su obra, vastísima, ha influido decisivamente no sólo en la imaginación de la humanidad, sino en la comprensión que ésta busca tener de su existencia. «No hay problema serio en el mundo, aquí y ahora, que no sea un problema de ciencia ficción», escribió en un apasionante ensayo incluido en su libro Ayermañana, donde profundiza en sus móviles como autor de este género (si bien más de alguna vez ha preferido ser considerado, sencillamente, como escritor de fantasía). «Todo, absolutamente todo, es fantástico. Todo, absolutamente todo, conforma la historia de la humanidad y las invenciones, hombres y máquinas que caminan tras las huellas de Dios y ahora, a última hora del día, dicen: “¡Perdón!”. A lo cual el universo contesta: “Está bien, vayan y construyan de nuevo el Edén. Constrúyanlo en la Tierra. Constrúyanlo en la Luna. Constrúyanlo más allá de nuestro inalcanzable sistema solar. Pero constrúyanlo, vivan en él, echen raíces en él, sobrevivan”».
Publicado en Magis 412
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1 comentarios:
Tsss chulada de don.
Por cierto ya leí crónicas y farenheit, los dos me parecieron excelentes!!!
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