¡Fuego!


Conciertazo de Los Lobos, ayer sábado por la noche. Sí, pues: no evitaron las rancheritas ni los sones veracruzanos (qué se le va a hacer), pero lo demás fue pura cosa maciza y pura sabiduría.
Foto: © Cortesía FIL Guadalajara / Michel Amado Carpio



En su novela Farenheit 451, Ray Bradbury imaginó un mundo en que la lectura estaba prohibida, y donde había cuerpos de bomberos listos para prenderle fuego a los libros que quedaran. Las editoriales, como ha podido verse en la FIL, están haciendo ese trabajo mejor que los bomberos de Bradbury: por los precios escandalosamente altos que alcanzan muchos libros, la lectura está tácitamente prohibida en México. Y eso es una miseria.
    En la venta nocturna del viernes, sin embargo, la FIL puso en práctica una estupenda idea que, al menos por unas horas, permitió encontrar buenos precios. No en todos lados: en el stand de la distribuidora Azteca, por ejemplo, que trae un surtido suculento, no se bajaron ni tantito (regrésense con sus malditos libros: no les compré uno solo), mientras que en Colofón hubo descuentos de hasta el 35 por ciento, en Tusquets del 40 y en la UNAM del 50. ¿Vendieron, estas tres? ¡Muchísimo! La gente estaba feliz —frenética, pero feliz. Ojalá el año entrante se repita.
    Siempre da como nostalgita que la FIL se acabe. Ahora saco cuentas y el saldo es favorable: aunque acabo con el lomo molido, me la pasé muy bien. Los Ángeles, de los coches locochones a Ray Bradbury, pasando por Los Lobos y el tropel de artistas y escritores que mostraron lo fascinante de esa ciudad, hizo un papel más que decoroso. Que si Pacheco, que si Fuentes, que si Yordi Rosado (y hoy Elena Poniatowska): todo lo superfluo y prescindible estuvo compensado por actividades sabrosas y disfrutables. Sí creo que deberían tomarse más precauciones con los tumultos, porque otra vez la Expo quedó chica: cualquier día va a haber una desgracia: una estampida, escuincles apachurrados... Hoy hay que cerrar yendo a mover la cola con Poncho Sánchez, y esperar que Castilla y León se luzca el año entrante. Y que la FIL siga trabajando con imaginación, más allá de las veleidades y las conveniencias políticas de unos cuantos, para que podamos seguir disfrutándola como una verdadera fiesta de la cultura.

Publicado en la columna «¿Tienes feria?», del suplemento perFIL, en Mural, el domingo 6 de diciembre de 2009.
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2 comentarios:

Eduardo Huchin dijo...
6 de diciembre de 2009, 9:24

El "Amphigorey" en distribuidora Azteca: 533 pesos. Camino un poco más y encuentro un stand que dice Panoplia, ahí está el Amphigorey a 400. "Precio de España", me explica el encargado. "Es que los distribuidores en México le ponen el precio que se les da la gana". Pago, un segundo después me advierte: "¡Pero no vayas a ir al otro puesto a decir que te di el libro en este precio!"

Luis Vicente de Aguinaga dijo...
7 de diciembre de 2009, 10:49

Ay, sí: "una fiesta de la cultura". Tampoco te manches de mole. Sí, una fiesta; una fiesta en la que, como en toda buena fiesta, se ve de todo: de lo bueno, de lo malo, de lo pésimo y de lo tapatío, que todavía es peor.