Foto: ©FIL Guadalajara/Paola Villanueva Bidault
Un amigo me preguntaba ayer cuándo fue la última vez que disfruté de una presentación en la FIL. Seguramente me halló con un semblante de fastidio, pero debo decir que más bien esa expresión habrá sido efecto del cansancio, tras horas de ir de allá para acá, viendo y comprando libros, encontrando a medio mundo, rascando el programa para entrar a lo que más valga la pena. Lo cierto es que me la he pasado bien, y que si realmente fuera una tortura sencillamente no vendría. En cuanto a esa pregunta, respondí inmediatamente que fue la vez que hubo una conversación vía satélite con Ray Bradbury, en 2009: emocionante, iluminadora, feliz. De entonces para acá, creo que he tenido poca suerte al elegir a qué presentaciones me meto, aunque también sospecho que en las actividades de esta índole (lanzamientos editoriales, conferencias, mesas redondas o pláticas en las que intervienen los escritores) prevalece un exceso de buenas maneras y de corrección que inhibe la ocurrencia de lo inusitado: lejos de ser ocasiones para el debate, la crítica, la ruptura de lo establecido, las participaciones de los autores invitados a la feria tienden a ser rituales (o peor: trámites) en los que no ocurre más que lo consabido.
Algo así corroboré con las conversaciones de Jorge Edwards, por un lado, y de Goran Petrovic más adelante. El chileno, desde luego, es un memorioso excepcional, que sabe poner al alcance de su público las anécdotas sabrosas de su experiencia, pero, al constar éstas en sus libros, pues es mejor leerlo y ya. Me alegré, con todo, de escucharlo. Con Petrovic, sin embargo, me dio la impresión de que al venir por tercera vez a la FIL ya estaba un poco harto, y no sólo fue mal entrevistado, sino que además pareció renuente a ofrecer algo más a la altura de sus magníficos libros. En cambio, también entré, la tarde del lunes, a la recordación que se hizo de Daniel Sada, uno de los escritores mexicanos más importantes de los últimos tiempos, muerto el año pasado: creo que estuvo muy bien, y que no podía transcurrir esta edición de la feria sin abrir ese espacio a su memoria.
Este miércoles tengo previsto ir a la entrega del Premio Sor Juana Inés de la Cruz a la chilena Lina Meruane; ya leí fragmentos de la novela con que ganó, Sangre en el ojo, y es muy impresionante. A las 19:30 en el auditorio Juan Rulfo. Y me da mucha curiosidad ver lo que trae Pedro Lemebel, que anuncian como un «performance» titulado «Susurrucucú paloma». Además de ser un autor estimable por irreverente y audaz, Lemebel es un tipo divertidísimo: es célebre su crónica de la otra vez que estuvo en Guadalajara, cuando con un puñado de chilenos se lanzó a buscar aventuras nocturnas (esa crónica está recogida en el número de Luvina dedicado a la literatura del país invitado, y que se consigue en el stand de la revista en el área internacional). Por último, un aviso: en el stand de Colofón hay varias ofertas atractivas: títulos de editoriales carísimas, como Siruela, a precios bastante accesibles. Conviene pasar, antes de que estén muy escogidos.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el miércoles 28 de noviembre de 2012.
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