Nobleza

 

Foto: ©FIL Guadalajara/Pedro Andrés

No puedo decir que me haya decepcionado la presentación de Jonathan Franzen en la apertura del Salón Literario, ayer domingo, porque en realidad no tenía muchas expectativas. Sí, puede que sea un escritor interesante, pero no más (para mi juicio y para mis prejuicios) que otros que estén o hayan estado en la feria alguna vez. Será que tengo el listón alto: al haber escuchado aquí a António Lobo Antunes o a Claudio Magris, hace añales, o el otoño pasado a la formidable Herta Müller, ya no con cualquier sapo me atraganto. Con todo, Franzen se mostró generoso, fue muy claro, su plática fue amena. Y yo le celebro la ocurrencia de haberse arrodillado ante la Reina Viuda, cuando ésta le impuso la medalla Carlos Fuentes como si estuviera nombrándolo caballero: ah, los rituales de la nobleza literaria. ¿Será milagrosa, esa medallita?

Todavía no he tenido oportunidad de empezar a buscar libros. Acabaré haciéndolo, desde luego, y seguramente empezaré este lunes, cuando se despeje tantito y haya manera de recorrer con calma los stands de las editoriales que me interesan. ¿Que cuáles son? Básicamente, aquellas cuyos canales de distribución no alcanzan las librerías tapatías. En los 25 años desde que existe la FIL, Guadalajara no ha prosperado gran cosa en ese terreno: aunque abrieron sucursales aquí Gandhi, el Fondo de Cultura Económica, Porrúa y más recientemente El Sótano, también desaparecieron otras emblemáticas como Font, Casarrubias, Carlos Moya o la Librería de Cristal, y con la excepción de Gonvill, que ha resistido y prosperado, o de las librerías de ocasión de toda la vida, más algunas otras de existencia efímera, sigue a nuestro alcance una oferta permanentemente limitada. Si no fuera por internet, tanto para encargar libros como para descargarlos en versiones electrónicas, estaríamos poco más o menos en las mismas que en 1987. Así que ése ha de ser el primer criterio que determine mis adquisiciones: libros que no se consigan aquí —ya no pido que estén baratos, que no lo van a estar.

Hoy estoy puesto para ir a escuchar la conversación que sostendrá Jorge Edwards con Christopher Domínguez Michael, a las 17:30 horas en el Salón 1. Uno de los autores más relevantes de la presencia chilena en la feria, Edwards es un novelista y ensayista de dilatada y muy fértil trayectoria, y a mí me gusta particularmente el penúltimo libro que ha escrito (el último es el primer volumen de sus memorias, Los círculos morados, que presentará aquí mismo el miércoles): una entrañable exploración, desde determinados hechos y preocupaciones centrales de su propia vida, de la figura de Michel de Montaigne, de la importancia de su lectura y de su comprensión. La muerte de Montaigne, que así se llama el libro, es algo de lo mejor que he leído en varios años.

Hoy se presenta también la ópera La emperatriz de la mentira, basada en Noticias del Imperio, de Fernando del Paso. ¿Iré? No creo: todavía no se me olvida Santa Anna, aquel desfiguro cuyo libreto escribió Carlos Fuentes y que la UdeG le produjo, a un costo millonario, en 2008. Así que para qué: yo estimo mucho la obra de Del Paso.

Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el lunes 26 de noviembre de 2012.

 

 

 

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