Los académicos: que siempre no, que escriba cada quien como cada quien guste.
Qué risión, la tarde del sábado, con la presentación del libro El tiempo apremia, de Francisco Hinojosa. Atorado en el tráfico —consecuencia, quizás, del caos que debemos agradecerle los tapatíos al ocurrente que nos enjaretó el «espectáculo» de las marionetotas horrendas en el centro de la ciudad: bonita tomadura de pelo—, el autor sólo alcanzó a llegar en el último momento, ya que Jis y Trino se habían dado vuelo diciendo sandeces muy divertidas. Pero antes llamó por teléfono, y así pudo intervenir tantito, en el altavoz. «¡Ya voy por el Caballito!», avisó, con lo que seguramente quiso decir que ya venía por los Arcos del Milenio. Divertidísimo.
Es lo que hay que proponerse en la feria, digo yo: divertirse con lo que vaya uno hallándose, que las ocasiones abundan. Por ejemplo ayer, en el acto de «adhesión» de las 22 Academias de la Lengua Española a la nueva Ortografía razonada. De lo que nos venimos a enterar: que el revuelo ocasionado por las nuevas disposiciones de estos señores (ya se sabe: que «solo» ya no va a llevar tilde, etcétera) habría sido culpa de malentendidos alentados por la prensa, que —según explicó José G. Moreno de Alba, el director de la Academia Mexicana de la Lengua— habría dado más resonancia de la debida a asuntos que apenas estaban discutiéndose (y que imprudentemente habrían dejado escapar los señores académicos, reunidos en San Millán de la Cogolla para sus sesudos trabajos). Luego, que las Academias no mandan: sugieren. O sea que hacen reglas que no son reglas, porque a fin de cuentas cada quien podrá poner los acentos gráficos cuando le resulten indispensables. Una pura risión, también. Y yo quedo pensando: ¿por qué necesitamos a estos señores, y por qué tenemos que estar haciéndoles caso?
Ay, Guillermo del Toro. Claro: fans al por mayor, que le celebraron cada palabrota y cada ocurrencia. El cineasta reconoció ahí que él no lee novelas. Así ha de estar la que escribió y vino a presentar —y que ni siquiera escribió solo. Cosa que no impidió, desde luego, el tumulto que se le juntó para que firmara ejemplares un rato después.
Es lo que hay que proponerse en la feria, digo yo: divertirse con lo que vaya uno hallándose, que las ocasiones abundan. Por ejemplo ayer, en el acto de «adhesión» de las 22 Academias de la Lengua Española a la nueva Ortografía razonada. De lo que nos venimos a enterar: que el revuelo ocasionado por las nuevas disposiciones de estos señores (ya se sabe: que «solo» ya no va a llevar tilde, etcétera) habría sido culpa de malentendidos alentados por la prensa, que —según explicó José G. Moreno de Alba, el director de la Academia Mexicana de la Lengua— habría dado más resonancia de la debida a asuntos que apenas estaban discutiéndose (y que imprudentemente habrían dejado escapar los señores académicos, reunidos en San Millán de la Cogolla para sus sesudos trabajos). Luego, que las Academias no mandan: sugieren. O sea que hacen reglas que no son reglas, porque a fin de cuentas cada quien podrá poner los acentos gráficos cuando le resulten indispensables. Una pura risión, también. Y yo quedo pensando: ¿por qué necesitamos a estos señores, y por qué tenemos que estar haciéndoles caso?
Ay, Guillermo del Toro. Claro: fans al por mayor, que le celebraron cada palabrota y cada ocurrencia. El cineasta reconoció ahí que él no lee novelas. Así ha de estar la que escribió y vino a presentar —y que ni siquiera escribió solo. Cosa que no impidió, desde luego, el tumulto que se le juntó para que firmara ejemplares un rato después.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL, de Mural, el lunes 29 de noviembre de 2010.
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