Llueve en Venecia, una fina lluvia va intensificando la soledad de las
plazas y de los callejones, oscurece la piedra de las fachadas, acalla
las breves olas del Adriático que se resignan a ingresar en los canales,
filtra la desganada luz solar que da a la hora consistencia de sueño o
de incertidumbre. Un hombre de gabardina está sentado contra una
pared, deja ir una mirada triste que regresa con algún motivo que le
pone una fugaz sonrisa en los labios, lleva la cabeza descubierta y
espera...
También esto sale en el nuevo número de Magis, que acaba de aparecer. Si gustan seguir leyendo, por aquí, por favor.
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