Julia Roberts (Margo Glantz) mira con embeleso a su Brad Pitt (Alonso Lujambio, aunque quién sabe por qué este se puso de Brad Pitt: ¿qué tiene que ver con Julia Roberts? Lo que causa la urgencia de ser chistosito). Lo que sea que se ve a un lado, aplaudiendo, es —parece— Chelo Sáizar. (Foto © FIL 2010 / Michel Amado Carpio).
Veinticuatro años y contando. A veces me da por pensar que Guadalajara sería muy distinta de no haber existido nunca la FIL, pero lo cierto es que tal conjetura habría que circunscribirla a los habitantes de la ciudad que, a lo largo de casi un cuarto de siglo, hemos disfrutado estos otoños de encuentro con los libros y con lo que se arma en torno a ellos: sí que seríamos otros, no cabe duda —seguramente seríamos peorcitos—, y por eso lo primero es celebrar que la feria haya prevalecido y prosperado, y que hoy podamos nuevamente estar aquí, para que comiencen a correr estos nueve días en que no faltarán las ocasiones para el feliz hallazgo (algún título, algún autor, algún espectáculo, etcétera), como siempre es inevitable que ocurra.
Para acudir con mejor fortuna a esas ocasiones hace falta espulgar concienzudamente el programa de este año: llegandito a la Expo, definir prioridades y saltarse aquellas actividades predecibles, demasiado espectaculares, caprichosas, protagonizadas por los mismos monos de siempre haciendo gracias parecidas o nuevas, para preferir más bien a quienes vienen por primera vez —y quizás por única vez—, con tal de que la visita sea de más provecho. Ejemplo: ahora a Carlos Fuentes (a quien la FIL le da gusto en todo: hasta cuando quiso hacer una ópera se la hicieron) lo que se le ocurrió fue ponerse a hablar de vampiros con Guillermo del Toro: qué caso tiene —como no sea por la posibilidad de que el señor vaya a llegar vestido de Chiquidrácula. Mejor eludir la multitud que seguramente estará ahí, y ver más bien si hay cupo en el Salón de la Poesía, donde a esa misma hora estará Eduardo Lizalde: un autor verdaderamente imprescindible.
No me quito de la cabeza que el Premio FIL podría estar recibiéndolo hoy Claudio Magris, pongamos, o cualquiera de los incontables altísimos escritores que pudieron merecerlo. Pero se lo dieron a esta señora, y ya qué. Por lo demás, el contingente de Castilla y León viene bien surtido, y seguramente ahí hallaremos lo mejor de la feria. Espero. Y en los libros, claro, que entre tanto barullo y tantísimas actividades es donde más a gusto se puede estar.
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Para acudir con mejor fortuna a esas ocasiones hace falta espulgar concienzudamente el programa de este año: llegandito a la Expo, definir prioridades y saltarse aquellas actividades predecibles, demasiado espectaculares, caprichosas, protagonizadas por los mismos monos de siempre haciendo gracias parecidas o nuevas, para preferir más bien a quienes vienen por primera vez —y quizás por única vez—, con tal de que la visita sea de más provecho. Ejemplo: ahora a Carlos Fuentes (a quien la FIL le da gusto en todo: hasta cuando quiso hacer una ópera se la hicieron) lo que se le ocurrió fue ponerse a hablar de vampiros con Guillermo del Toro: qué caso tiene —como no sea por la posibilidad de que el señor vaya a llegar vestido de Chiquidrácula. Mejor eludir la multitud que seguramente estará ahí, y ver más bien si hay cupo en el Salón de la Poesía, donde a esa misma hora estará Eduardo Lizalde: un autor verdaderamente imprescindible.
No me quito de la cabeza que el Premio FIL podría estar recibiéndolo hoy Claudio Magris, pongamos, o cualquiera de los incontables altísimos escritores que pudieron merecerlo. Pero se lo dieron a esta señora, y ya qué. Por lo demás, el contingente de Castilla y León viene bien surtido, y seguramente ahí hallaremos lo mejor de la feria. Espero. Y en los libros, claro, que entre tanto barullo y tantísimas actividades es donde más a gusto se puede estar.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el sábado 27 de noviembre de 2010.
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