Con ustedes: ¡Chelo y Tere!
Quién sabe si haya que alarmarse más cuando se empieza a hablar de la crisis económica usando términos más alarmantes, como «shock», que según el secretario Carstens es lo que México está enfrentando. Quién sabe, porque cualesquiera que sean los modos que los funcionarios tengan de referirse al estado de las cosas («catarrito» o «shock»), éste siempre es malo y tiende siempre a ser pésimo, y el empeoramiento cotidiano del paciente es indiferente a las declaraciones y a las ocurrencias de los ineptos enfermeros en turno. Además, la noción de crisis es consustancial a cualquier idea de lo mexicano: una suerte de fatalidad, una forma de vida ineludible que nos impide enterarnos cuando tiene lugar una crisis de verdad: pasamos de un recrudecimiento al siguiente, y, puestos a hacer memoria, por más que el lugar común diga que los tiempos pasados siempre fueron más venturosos, tenemos sumamente difícil localizar los días en que hemos estado mejor o peor.
Desentendidos, al parecer, de esta realidad, pero razonablemente movidos por lo que se ve venir (un nuevo recrudecimiento de la crisis perpetua), un puñado de «miembros de la comunidad de profesionales de la cultura» dirigieron, en días pasados, una carta a Consuelo Sáizar, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y a Teresa Vicencio, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, en la que se solicita «información detallada sobre el recorte presupuestal implementado por el Gobierno Federal y cómo afectará el desempeño de las instituciones culturales». El documento, que pide otras aclaraciones (cómo determinan ambas dependencias el ejercicio de sus recursos, cómo deciden cuáles tareas son «sustantivas», qué piensan hacer sus autoridades —si es que algo piensan— para resolver la ineficiencia administrativa que caracteriza su trabajo, etcétera), es también un citatorio para que Chelo y Tere (parece nombre de dúo vernáculo) sostengan un diálogo abierto con los preguntones —y quien se sume: cualquiera puede añadir su firma— el próximo miércoles... si a las convocadas les da la gana de asistir, desde luego.
¿Qué habrían de responder, las interpeladas? No importa gran cosa: los recortes están en marcha, las decisiones se toman siempre lejos de aquellos a quienes perjudican, la burocracia prevalecerá y nos sobrevivirá a todos, y los peores augurios se cumplirán. Además, una tarea «sustantiva» del trabajo de todo funcionario consiste en ser elusivo. Lo acabamos de ver más cerca, en Zapopan: ayer se daba cuenta aquí de las medidas drásticas que está tomando el Instituto de Cultura de ese municipio, incumpliendo compromisos y dejando en el aire proyectos como Divercine y el Festín de los Muñecos. Cecilia Wolf, la funcionaria al frente, se limitó a explicar, lacónica, en un mail, que «se está haciendo un análisis de qué obras o acciones se recortarán en todas las dependencias». Lo consabido, pues: la cultura no es prioridad, y menos en tiempos de crisis —o sea: jamás.
Desentendidos, al parecer, de esta realidad, pero razonablemente movidos por lo que se ve venir (un nuevo recrudecimiento de la crisis perpetua), un puñado de «miembros de la comunidad de profesionales de la cultura» dirigieron, en días pasados, una carta a Consuelo Sáizar, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y a Teresa Vicencio, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, en la que se solicita «información detallada sobre el recorte presupuestal implementado por el Gobierno Federal y cómo afectará el desempeño de las instituciones culturales». El documento, que pide otras aclaraciones (cómo determinan ambas dependencias el ejercicio de sus recursos, cómo deciden cuáles tareas son «sustantivas», qué piensan hacer sus autoridades —si es que algo piensan— para resolver la ineficiencia administrativa que caracteriza su trabajo, etcétera), es también un citatorio para que Chelo y Tere (parece nombre de dúo vernáculo) sostengan un diálogo abierto con los preguntones —y quien se sume: cualquiera puede añadir su firma— el próximo miércoles... si a las convocadas les da la gana de asistir, desde luego.
¿Qué habrían de responder, las interpeladas? No importa gran cosa: los recortes están en marcha, las decisiones se toman siempre lejos de aquellos a quienes perjudican, la burocracia prevalecerá y nos sobrevivirá a todos, y los peores augurios se cumplirán. Además, una tarea «sustantiva» del trabajo de todo funcionario consiste en ser elusivo. Lo acabamos de ver más cerca, en Zapopan: ayer se daba cuenta aquí de las medidas drásticas que está tomando el Instituto de Cultura de ese municipio, incumpliendo compromisos y dejando en el aire proyectos como Divercine y el Festín de los Muñecos. Cecilia Wolf, la funcionaria al frente, se limitó a explicar, lacónica, en un mail, que «se está haciendo un análisis de qué obras o acciones se recortarán en todas las dependencias». Lo consabido, pues: la cultura no es prioridad, y menos en tiempos de crisis —o sea: jamás.
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 20 de agosto de 2009.
2 comentarios:
Esos mails. Ja. Viajarán pero no llegarán a las bandejas adecuadas.
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