¡En sus marcas...!

El 26 de abril de 2006, Emilio González Márquez, entonces candidato a Gobernador de Jalisco (pese a haber prometido que no renunciaría a la Alcaldía de Guadalajara para lanzar su candidatura: conviene no olvidar ninguna de sus mentiras, y conviene que no olvide que no se nos olvidan), se disfrazó de discapacitado. Se hizo amarrar las piernas con cinta canela y anduvo en silla de ruedas buena parte del día, haciendo campaña. La pasó mal, parece: según la nota publicada en MURAL al día siguiente, incluso se cuidó de tomar mucha agua para que no le anduviera de la pipí a cada rato. Lo ayudaron a salir de su casa y lo llevaron a inaugurar una fábrica de calzado —pues no consta que haya hecho el trayecto en uno de los escasísimos autobuses colectivos adaptados para dar servicio a personas en sillas de ruedas—, pero con todo y eso batalló. Y prometió y prometió, naturalmente.
¿No querrá, el Gobernador González, revivir la experiencia y ofrecerse como voluntario para cruzar, en silla de ruedas, la Avenida López Mateos, ahora que vuelvan a poner en práctica la idea criminal del fin de semana pasado? A ver si le alcanzan los quince segundos que el semáforo estará en rojo, pues según un genio de la Secretaría de Vialidad y Transporte, el director de Infraestructura Vial Luis Alonso Martínez, es tiempo suficiente para que una persona con discacidad pueda llegar de una banqueta a otra a la altura de Plaza del Sol. Pondría el ejemplo, el Gobernador, haciendo que vuelvan a amarrarle los chamorros y lanzándose a toda velocidad delante de los coches impacientes: ¡Guadalajara no necesita un mejor transporte colectivo ni desalentar el uso de los automóviles privados, no necesita espacios para el peatón, y mucho menos brindarle protección ni seguridad! ¡Guadalajara necesita peatones más veloces, aunque se desplacen con bastón, muleta, andadera, carriolas o sillas de ruedas! ¡Aunque estén ciegos o sean ancianos, que le corran! O, quizás, lo que Guadalajara necesita de verdad es que el peatón —esa plaga indeseable para las autoridades— deje de existir. Lo que importa, evidentemente, es que los coches corran lo más que se pueda, y que sea posible llegar de la Glorieta de Colón hasta el Periférico Sur en un suspiro, que para eso se han invertido tantos millones en raudos pasos a desnivel. Los peatones no sólo no interesan, sino que son desechables, lo que quedó demostrado con el experimento sorpresivo del sábado y el domingo, que puso en peligro la vida de quienes no tuvieron más remedio que atravesar a la carrera la avenida. ¿No atropellaron a ninguno? A ver si este fin de semana alguno cae.
¿Cómo ve, el Gobernador? ¿No se anima? Es más: él y su secretario Verdín Díaz: éste que se vende los ojos. Y que se avienten: así nos taparían la boca a todos los que descreemos de su talento, su sensibilidad, del buen sentido con que trabajan por todos los ciudadanos, vayamos a pie o en coche. Ahora que, si los atropellan, les ponemos unas crucecitas en el camellón y les llevamos flores.

Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 28 de septiembre de 2007.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...
1 de octubre de 2007, 17:31

Ni Emilio, ni Verd�n, o cualquier otro funcionario del gobierno necesitan amarrarse a una silla de ruedas, o vendarse los ojos. Todos los d�as nos muestran con (sus actos)su incapacidad... �pero del cerebro!

Alejandro Vargas dijo...
2 de octubre de 2007, 13:11

Si de por sí ya era una proeza atravesar López Mateos por ahi por Pza. del Sol a pie buenisanos, ahora los pobres con capacidades diferentes (como se les empeña decir) tienen que jugar ruleta rusa.

Édgar Mondragón dijo...
5 de octubre de 2007, 16:08

Me da pena leer que se malentiende al Gobierno.
Claramente la intención es mejorar la eficiencia de dos procesos:

1) El tortuoso viaje por López Mateos a horas pico. Realmente ésta opción ayudaría a desahogar esta vía.
2) Los intentos de suicidio por los cruces peatonales de Plaza del Sol: definitivamente la tasa de eficiencia en este rubro se incrementaría espectacularmente. Incluso montaron unas vallas de metal por uno de los cruces, para garantizar llevar a cabo el objetivo, ante la duda de cualquier arrepentido de último momento.

¡Pobrecitos burócratas, siempre tan incomprendidos!

Anónimo dijo...
15 de agosto de 2008, 15:57

chingao!!! iop ke keria matarlo al pendejo jaja wena pic si bien es cierto ke asi no esta asi deberia el cabron jajaja