La hacedora de mundos


¡Claro! No podía ser más descabellado: ¿cómo Colón, con esos barquitos endebles, con esa tripulación de tan dudosas capacidades, sin más que un empecinamiento cercano a la locura, iba a realizar su travesía novedosa rumbo a Cipango —según él— para terminar encontrándose con un continente inesperado? Algo ha venido sonando muy inverosímil en esta historia, y lo más asombroso es que hayamos terminado dándola por cierta a lo largo de cinco siglos. Para nuestra fortuna, la escritora argentina Angélica Gorodischer ha urdido una explicación más razonable de los hechos. (Es cierto que sitúa el acontecimiento en un planeta lejano, casi idéntico a la Tierra, salvo porque allá están apenas en el año 1492. Pero no vamos a reparar en detalles insignificantes). Habrá que ir en orden, como dice ella en la advertencia al lector que abre su libro de cuentos Trafalgar, «porque así usted y yo nos vamos a entender más fácilmente».
Lo primero es decir que Trafalgar Medrano, comerciante rosarino, adicto al café y al tango, lector excéntrico y solterón, tiene el hábito de relatar a los amigos, sin egoísmos y sin pretensiones, sus viajes de negocios, que no serían nada del otro mundo si no fuera porque lo llevan, precisamente, a otros mundos. Entre esos amigos está Gorodischer, quien en cierta ocasión fue enterada del aterrizaje de Medrano en ese planeta tan parecido al nuestro, sólo que con el retraso ya dicho. Había llegado, le contó, a la corte de Castilla y Aragón, justo cuando los Reyes Católicos estaban por darle el último impulso al Almirante genovés. Trafalgar Medrano, conmovido por los marineros que morirían de escorbuto en la navegación, y sobre todo por las consecuencias que tendría el descubrimiento, se ofreció a intervenir («A Isabel le hicieron falta tres segundos para darse cuenta de las ventajas de una expedición fulminante»), y fue así que, gracias a que puso su «cacharro» a disposición de Colón, el viaje fue abreviado en cuarenta y cinco minutos. «Pensé en una América descubierta por cien atorrantes barbudos y analfabetos, un loco y un hombre de otro mundo a bordo de una nave interestelar», apuntó Gorodischer al margen.
Trafalgar, de 1979 y reeditado recientemente, es uno de los títulos más célebres de la que quizás sea la poseedora de la imaginación más potente que hay en español para la ciencia ficción. Angélica Gorodischer nació en Buenos Aires en 1929, pero pronto se afincó en Rosario, ya para toda la vida; autora de una vasta obra que ha ido extendiéndose desde hace más de cuarenta años, es reconocida por los amantes del género como una de sus figuras tutelares. En buena medida, tal prestigio se debe a Kalpa Imperial, la colección de relatos con que Gorodischer alcanzó reconocimiento internacional en 1983: la historia, recogida con una prosa de belleza sobrecogedora, del Imperio Más Vasto que Nunca Existió, un poco a la manera del Italo Calvino de Las ciudades invisibles, o a la de J. R. R. Tolkien (a quienes el libro está dedicado, además de Hans Christian Andersen), pero también con una originalidad indisputable. Narradora, y sólo narradora —más de una vez se ha mostrado orgullosa de no haber escrito nunca poemas ni teatro—, también ha frecuentado el género policiaco, y es larga la cuenta de traducciones, premios y antologías que confirman su éxito entre los lectores.
Pero lo que más importa, en su caso, es la sencilla certeza de que la literatura es una forma de vida. «La novela es una agradabilísima esquizofrenia porque yo estoy escribiendo una novela y estoy viviendo en la novela. Y al mismo tiempo, voy al supermercado, charlo con mis amigas, barro la vereda si la muchacha no vino. En fin, hago todo lo que hago siempre, pero estoy viviendo en la novela. Y cuando termino la novela empieza la convalecencia. Me curé». Para felicidad de sus lectores, para nuestro infalible deslumbramiento, no es infrecuente que recaiga. Y, lo mismo que Trafalgar Medrano, está lista para contarnos todo lo que ve.

Publicado en Magis 400 (octubre-noviembre de 2007).
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3 comentarios:

Anónimo dijo...
15 de octubre de 2007, 9:26

Me gusta la fantasía ligera que la señora Gorodischer otorga a Trafalgar Medrano.
La Historia, no siempre tiene toda la razón.

Alejandro Vargas dijo...
16 de octubre de 2007, 13:39

La historia la escribe quien gana las guerras.
Tendré que leer de ella, gracias JIC por la recomendación.

Ahora si te veo el lunes entrante!!! El pasado me quedé dormido porque no dormí, pero esa...es otra historia como aquel comercial pirata.

Saludos!

José Israel Carranza dijo...
16 de octubre de 2007, 14:11

¡Ey! Ojo: el lunes entrante no habrá sesión, pues la de esta semana fue la última. Reanudamos actividades el lunes 29 de octubre. No te vayas a dar la vuelta de oquis.