Catorce años después de que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara comenzara a organizar una buena parte de sus actividades en torno a la presencia de un Invitado de Honor distinto cada año (en general países, aunque no siempre, y tampoco siempre los invitados son completamente distintos, pues España vino en 2000, pero luego regresó de algún modo en 2004 con «La Cultura Catalana» —lo que es ingeniarse para los eufemismos: uno había que hallar para referirse a la presencia en la FIL de la industria editorial de Barcelona—, y dos años después llegó Andalucía), Colombia, que fue el primero, repite y anuncia el amplio despliegue de estrellas que prevé esparcir por los nueve días que sonará el vallenato en la ciudad.
Como es de temerse, mucha de la atención al contingente literario colombiano recaerá en Gabriel García Márquez, esa especie de Frido viviente al que le basta aparecer delante de las multitudes para desatar el frenesí. Si bien no se contempla, en el programa preliminar dado a conocer el miércoles pasado, ninguna misa de canonización para celebrar la figura silente del Nobel de la guayabera, es claro que su comparecencia en cualquier acto público garantizará el tumulto y la cursilería habituales. Ahora bien: el hecho de que esté anotado, junto con los crackeros Volpi y Padilla, que también son taquilleros (además del siempre inexplicable Belisario Betancur, ex Presidente colombiano metido a figurín culturoso, amigote de García Márquez y Carlos Fuentes y gente así) en el homenaje a Álvaro Mutis, éste sí merecidísimo, por lo menos servirá para que el acto alcance la resonancia que debe. Mutis, quién lo duda, es uno de los autores más estimables de la literatura en español de nuestros tiempos, y ojalá que su influjo en el rumbo de la Feria consiga despejar el ambiente del basural de florecitas amarillas que los fans del otro saben regar por doquier.
Salvo algunos cuantos nombres reconocibles y estimables que el Invitado de Honor de cada año trae a la Feria, con Colombia esta vez pasará lo mismo que ha pasado desde 1993: en el torrente de presentaciones, lecturas, conferencias y demás que atestan el programa, habrá muchos autores interesantes y también estimables, aunque no tan reconocibles, que tendrán un público escasísimo delante. Es comprensible, pero en modo alguno es justificable: la gente no entra a ver a quién sabe quién. ¿No convendría que la Feria previera de algún modo ir remediando esta situación? Lo hace, es cierto, con el Club de Lectores que surte información pertinente a lo largo del año, y está muy bien, pero quizás no sea suficiente. Se sabe ya, desde hace algunos meses, que el invitado en 2008 será Italia: qué bien caería, para ir enterándonos, que desde este noviembre hubiera un anticipo, digamos: una idea, por general que fuera, de lo que podrá esperarse de los italianos que vendrán: para ir leyéndolos, por ejemplo, y así las editoriales que los publican podrían ir ganando terreno. Bueno: ojalá.
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Como es de temerse, mucha de la atención al contingente literario colombiano recaerá en Gabriel García Márquez, esa especie de Frido viviente al que le basta aparecer delante de las multitudes para desatar el frenesí. Si bien no se contempla, en el programa preliminar dado a conocer el miércoles pasado, ninguna misa de canonización para celebrar la figura silente del Nobel de la guayabera, es claro que su comparecencia en cualquier acto público garantizará el tumulto y la cursilería habituales. Ahora bien: el hecho de que esté anotado, junto con los crackeros Volpi y Padilla, que también son taquilleros (además del siempre inexplicable Belisario Betancur, ex Presidente colombiano metido a figurín culturoso, amigote de García Márquez y Carlos Fuentes y gente así) en el homenaje a Álvaro Mutis, éste sí merecidísimo, por lo menos servirá para que el acto alcance la resonancia que debe. Mutis, quién lo duda, es uno de los autores más estimables de la literatura en español de nuestros tiempos, y ojalá que su influjo en el rumbo de la Feria consiga despejar el ambiente del basural de florecitas amarillas que los fans del otro saben regar por doquier.
Salvo algunos cuantos nombres reconocibles y estimables que el Invitado de Honor de cada año trae a la Feria, con Colombia esta vez pasará lo mismo que ha pasado desde 1993: en el torrente de presentaciones, lecturas, conferencias y demás que atestan el programa, habrá muchos autores interesantes y también estimables, aunque no tan reconocibles, que tendrán un público escasísimo delante. Es comprensible, pero en modo alguno es justificable: la gente no entra a ver a quién sabe quién. ¿No convendría que la Feria previera de algún modo ir remediando esta situación? Lo hace, es cierto, con el Club de Lectores que surte información pertinente a lo largo del año, y está muy bien, pero quizás no sea suficiente. Se sabe ya, desde hace algunos meses, que el invitado en 2008 será Italia: qué bien caería, para ir enterándonos, que desde este noviembre hubiera un anticipo, digamos: una idea, por general que fuera, de lo que podrá esperarse de los italianos que vendrán: para ir leyéndolos, por ejemplo, y así las editoriales que los publican podrían ir ganando terreno. Bueno: ojalá.
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 24 de agosto de 2007.
2 comentarios:
Me gusta la Fil y es importante porque hay personas que van a todas sin saber de qué se trata, (que en este caso eso puede ser bueno), pero a García Márquez ya lo vemos hasta en las bodas de comediantes. No indigesten a la Feria por favor.
Jajaja, como reí con eso de las florecitas amarillas. Por qué tanto coraje con Márquez?
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