Foto: © FIL / Guillermo Gálvez
El año entrante la FIL alcanzará un cuarto de siglo. La ocasión debe representar una responsabilidad especial para sus organizadores —empezando por Raúl Padilla, quien quizás ha estado demasiado atareado desgreñándose con el Gobernador, y también afanándose con el Centro Cultural Universitario, y con la televisión universitaria, y con la nueva feria de Los Ángeles, y con las mil empresas que encabeza, como para prestarle la suficiente atención a la Feria Internacional del Libro, que este año salió tan aplatanada y fue tan desairada. Los veinticinco años que se cumplirán son el momento idóneo para redefinir muchas cosas: desde el marco físico de la feria y las condiciones en que se desarrolla —instalaciones, las de Expo Guadalajara, que tienen mucho tiempo siendo insuficientes; el personal que guarda el orden y tendría que prestar servicio al público, tan pobremente capacitado; la comida, tan cara y tan mala, etceterísima— hasta el diseño del programa literario, que año con año viene siendo una mala variación de sí mismo (y ya se vio lo que pasa: Carlos Fuentes no puede venir y la feria queda como atirisiada), y pasando desde luego por el papel del Invitado de Honor (que Castilla y León desempeñó esta vez con evidente desinterés: Café Quijano, ¡eso qué!) y, particularmente, por lo que vienen a hacer las editoriales aquí: traen los mismos inventarios, no entienden que la gente no compra libros caros, etcétera.
Entiendo que a la FIL lo que más le importa es ser escenario de negocios para el mundo editorial en español, pero sucede que también es un festival cultural indispensable para Guadalajara, para la UdeG y para el país entero. Y que hay cientos de miles de visitantes que vienen buscando eso. Ojalá que la presencia de Alemania, en 2011, fortalezca a la feria, y que ésta empiece a reinventarse de una buena vez, dejando de lado vicios, frivolidades y necedades (como traer camiones de estudiantes acarreados, por ejemplo). Ha valido mucho la pena lo que se ha logrado en todo este tiempo: ojalá que el año entrante nos despidamos más contentos que ahora.
Entiendo que a la FIL lo que más le importa es ser escenario de negocios para el mundo editorial en español, pero sucede que también es un festival cultural indispensable para Guadalajara, para la UdeG y para el país entero. Y que hay cientos de miles de visitantes que vienen buscando eso. Ojalá que la presencia de Alemania, en 2011, fortalezca a la feria, y que ésta empiece a reinventarse de una buena vez, dejando de lado vicios, frivolidades y necedades (como traer camiones de estudiantes acarreados, por ejemplo). Ha valido mucho la pena lo que se ha logrado en todo este tiempo: ojalá que el año entrante nos despidamos más contentos que ahora.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», del suplemento perFIL, de Mural, el domingo 5 de diciembre de 2010.
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