Foto: © FIL Guadalajara / Gonzalo García Ramírez
Ya que he conseguido cruzar el ecuador del miércoles en la feria, tengo la sensación de que he dejado atrás numerosas actividades a las que me habría gustado asistir: me perdí, por ejemplo, de la presencia de Juan José Millás, que tan bien me cae (uno de los españoles más simpáticos de los que vinieron este año, vamos, y a quien estimo particularmente por los reportajes en que se convierte en la sombra de alguien: un periodista imaginativo y que además escribe estupendamente, cosa rarísima); a cambio, como me lo propuse, he preferido ingresar a presentaciones que acaso tengan menos relumbrón, y que en realidad no me han defraudado —bueno, sí fue un poquito decepcionante conocer al Conde Siruela, editor de libros imprescindibles que ahora se ha embarcado en una empresa más íntima, también editando libros que también podrán ser imprescindibles, pero que yo no alcancé a figurarme del todo en la conversación que sostuvo con Julio Patán.
Entre las cosas mejores de la FIL está la posibilidad de encontrarse con los amigos (muchos de los cuales sólo es posible verlos ahí, año tras año). Y esto me lleva a reparar en que hay que comenzar a contar también las ausencias: la tristísima de Arturo Suárez, por ejemplo, que tradicionalmente presentaba aquí su Canutero dedicado al Invitado de Honor: ausencias que sí pesan —y no como la de García Márquez, la Botarga Bigotona, que ni vino ni nadie lo ha echado de menos. Pero anoche constaté que la FIL sigue oliendo a chocolate (por la fábrica vecina), y eso ha de ser una buena señal.
Hoy, recuperado el resuello y disponiéndome a apurar la segunda mitad de la feria, me la pensaba llevar más tranquila: un ratito a gusto en el Salón de la Poesía, donde estará Jorge Esquinca... pero también a esa hora estará Fernando Arrabal (cineasta, dramaturgo, poeta, hasta malabarista ha de ser: un tipo fascinante), así que habrá que correr de un lado a otro. Y sacarle la vuelta a José Agustín, Xavier Velasco y demás presentaciones donde es muy posible que haya multitudes adolescentes, de las que los jueves y los viernes saben traer por carretadas.
Entre las cosas mejores de la FIL está la posibilidad de encontrarse con los amigos (muchos de los cuales sólo es posible verlos ahí, año tras año). Y esto me lleva a reparar en que hay que comenzar a contar también las ausencias: la tristísima de Arturo Suárez, por ejemplo, que tradicionalmente presentaba aquí su Canutero dedicado al Invitado de Honor: ausencias que sí pesan —y no como la de García Márquez, la Botarga Bigotona, que ni vino ni nadie lo ha echado de menos. Pero anoche constaté que la FIL sigue oliendo a chocolate (por la fábrica vecina), y eso ha de ser una buena señal.
Hoy, recuperado el resuello y disponiéndome a apurar la segunda mitad de la feria, me la pensaba llevar más tranquila: un ratito a gusto en el Salón de la Poesía, donde estará Jorge Esquinca... pero también a esa hora estará Fernando Arrabal (cineasta, dramaturgo, poeta, hasta malabarista ha de ser: un tipo fascinante), así que habrá que correr de un lado a otro. Y sacarle la vuelta a José Agustín, Xavier Velasco y demás presentaciones donde es muy posible que haya multitudes adolescentes, de las que los jueves y los viernes saben traer por carretadas.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL de Mural, el jueves 2 de diciembre de 2010.
Imprimir esto
0 comentarios:
Publicar un comentario