Prueba de lo aburrida que puede estar la feria (bueno, lo que tiene que ver con los libros en la feria), esta zona donde hay siempre raza jugando jueguitos de video. Foto © Cortesía FIL / Diego Zavala Scherer
Hoy es día que está el Güiri-Güiri en la FIL, y se me hace que voy a acabar metiéndome. ¿O mejor iré con Valentina Alazraki? ¿O con Mara Patricia Castañeda? No, bueno, no es para tanto. Pasa que el segundo fin de semana de la feria siempre tiende a ponerse desguanzado, y por más que se espulgue el programa de actividades es muy complicado hallar algo verdaderamente interesante (ya no se diga emocionante o imprescindible). Pero tampoco es manda, y finalmente —quiero suponer— lo que más importa son los libros: encontrarse con ellos, para ver si nos eligen... Y meterse a cualquier cosa nomás por la ilusión de aprovechar la ocasión termina siendo triste.
He notado un fenómeno curioso a raíz del gran número de ausencias que han caracterizado a esta edición de la feria. Además de las irremediables (Carlos Monsiváis, José Saramago y Tomás Eloy Martínez, que sin embargo no estuvieron del todo ausentes por los homenajes que se les hicieron), estuvieron las imprevisibles, que fueron más irreparables porque aun cuando Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y José Balza enviaron videos o mensajes, y con los dos primeros sus comparsas (Guillermo del Toro y Xavier Velasco) se afanaron por entretener, sí me quedó la impresión de que la gente se desanimó y eso acabó menguando la asistencia este año. Pero lo que quería decir es que, en vista de esos faltantes, hay como una nueva división de personajes que va tomando el relevo para la delicada misión de rellenar los salones: figuras versátiles que además parecen tener el don de la ubicuidad, y que comparecen en un buen número de presentaciones a lo largo de casi todos los días: Jorge F. Hernández, los Taibitos, Ignacio Padilla, los editores de Sexto Piso... Ya los sueño.
A seguir viendo libros, mejor. Hay que afinar el olfato, para encontrar joyitas: por ejemplo, en el área internacional hay unos stands chiquitos que tienen, arrejolados como para que nadie los pele, títulos muy estimables. Y no desdeñar la Estación de Bolsillo, donde también. Ni modo: no conforme con la venta nocturna (ya diré cómo me fue ahí)... Lo que es no tener llenadero.
He notado un fenómeno curioso a raíz del gran número de ausencias que han caracterizado a esta edición de la feria. Además de las irremediables (Carlos Monsiváis, José Saramago y Tomás Eloy Martínez, que sin embargo no estuvieron del todo ausentes por los homenajes que se les hicieron), estuvieron las imprevisibles, que fueron más irreparables porque aun cuando Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y José Balza enviaron videos o mensajes, y con los dos primeros sus comparsas (Guillermo del Toro y Xavier Velasco) se afanaron por entretener, sí me quedó la impresión de que la gente se desanimó y eso acabó menguando la asistencia este año. Pero lo que quería decir es que, en vista de esos faltantes, hay como una nueva división de personajes que va tomando el relevo para la delicada misión de rellenar los salones: figuras versátiles que además parecen tener el don de la ubicuidad, y que comparecen en un buen número de presentaciones a lo largo de casi todos los días: Jorge F. Hernández, los Taibitos, Ignacio Padilla, los editores de Sexto Piso... Ya los sueño.
A seguir viendo libros, mejor. Hay que afinar el olfato, para encontrar joyitas: por ejemplo, en el área internacional hay unos stands chiquitos que tienen, arrejolados como para que nadie los pele, títulos muy estimables. Y no desdeñar la Estación de Bolsillo, donde también. Ni modo: no conforme con la venta nocturna (ya diré cómo me fue ahí)... Lo que es no tener llenadero.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL, de Mural, el sábado 4 de diciembre de 2010.
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