¿Crisis?

Para decirlo de un modo muy tapatío: ¿cómo puede ser posible?

Las crisis ya no son lo que eran. La semana comenzó con una especie de tsunami enloquecido a cuyo paso iban activándose alarmas por todo el mundo: algo había pasado —«algo», quedémonos con esa vaguedad, porque en situaciones de urgencia lo importante, antes que entender maldita la cosa, es correr y pegar de alaridos—, y los mercados financieros eran, según eso, un escenario global de horror. (Los «mercados financieros»: las misteriosas entidades así llamadas por los entendidos, pero también por los legos, que moriremos ignorando qué significan esas palabras y cuantas suelen acompañarlas en noticieros y periódicos: es virtualmente imposible que la semántica de lo bursátil franquee el paso, más allá de términos sonoros y temibles como «recesión», «desplome» o «tasas de interés», a los intrusos que asomamos nuestra ignorancia a las cascadas de números que —por lo que puede verse en la tele— decoran los enormes halls de las bolsas de valores de las grandes capitales del planeta).
Fue el gran tema. Las informaciones cruzaban las horas a toda velocidad, y cada una era más desoladora que las anteriores. Hubo quien, el martes, vaticinaba que pronto comenzarían a multiplicarse, por todo el territorio de Estados Unidos, escenas idénticas o peores a las vistas en 1929: caminos polvorientos recorridos por multitudes fantasmas en busca de un mendrugo, al más puro modo de John Steinbeck. La poco original fórmula para marcar el 21 de enero de 2008 en la Historia como el «Lunes Negro». Presagios que, desde luego, iban sonándonos familiares a quienes hemos pasado bajo el ominoso signo de la crisis la entera extensión de nuestras vidas, es decir, a todos los mexicanos, que tenemos una comprensión curiosa del fenómeno: siempre que hablamos de «crisis» en realidad estamos refiriéndonos al estado habitual de las cosas, y sin embargo no disponemos de una noción distinta para los tiempos en que dicho estado se descompone aún más: volvemos a usar «crisis», sin poder distinguir entre la inminencia del desastre y el desastre en sí (mientras dura lo que dure, o sea siempre).
Pero algo (otra vez) salió mal. Para la mitad del miércoles, ya aventuraba sus razones para el optimismo algún analista financiero en alguno de los más prestigiosos portales especializados en el tema de los dineros, otro hablaba de un «Apocalipsis postergado», y mientras tanto se había muerto un actor famosillo y jovenazo, Fabiruchis había ido al careo con su atacante, Hugo Chávez andaba ligándose a Naomi Campbell (que alguien niegue que el mundo está patas arriba), detuvieron dizque a un narcote y el Tuca Ferreti se mostraba sentido con la directiva de Chivas: sobraban, vamos a decir, las ocasiones para noticias que volvían más difícil saber en qué iría la debacle. En la noche, con todo, algo pudo saberse de altibajos, especulaciones, las consecuencias que hizo una cosa llamada Reserva Federal... Y poco más. Mala cosa cuando ya las crisis no son fascinantes como antaño, y cuando aburren tan pronto.

Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el viernes 25 de enero de 2008.
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6 comentarios:

Octavio Aguirre dijo...
26 de enero de 2008, 17:30

Y vaya que los gringos no saben hacer drama (¿?)

Saquemos las cazuelas y vámonos a Davos, a ayudarle al buen Zedillo con su dolor de cabeza.

Plaqueta dijo...
27 de enero de 2008, 22:40

El tema Chávez+Campbell ha sido el centro de las últimas fiestas y borracheras, simplemente no podemos de hablar de él y hacer bromas jocososososas al respecto.

Anónimo dijo...
28 de enero de 2008, 12:53

¿Ves? ¡Qué te digo! ¿Cuál recesión?

sirako dijo...
28 de enero de 2008, 16:19

el chávez es guapísimo no veo la raritud al respecto, siempre lo he defendido y defenderé mientras haya otros meno s guapos sobrevalorados.

sirako dijo...
28 de enero de 2008, 17:29

en algún lado olvidé mi coment.

Alejandro Vargas dijo...
28 de enero de 2008, 21:25

que no campbell dicen que era hombre???

éste mundo está patas arriba y ya tenemos callo en eso de crisis.