El invitado que más hace falta en la FIL: Herodes. La infestación de chamacos, este viernes, fue sencillamente aterradora. Maestros de Jalisco: entiendan que acarrearlos no le sirve a nadie. Platíquenles de la Feria, aliéntenlos a asistir, pero no los obliguen. Especialmente usted, la maestra gordita y neuras que vi tomando lista en un pasillo. ¿Qué les va a hacer a los que faltaron? ¿Los va a reprobar?
Arturo Pérez-Reverte es otro de los escritores que no fallan a la hora de atestar salones. No digo que esté bien ni que esté mal: sólo que yo veo cada vez con más recelo el tratamiento de rockstar que se suele dispensar a determinadas estrellas en la Feria. No soy tan necio, tampoco, para no entender que la espectacularidad conviene a las editoriales, pero sí me preocupa —bueno, ni tanto: es un decir— que los lectores conquistados por tales figuras terminen siendo solamente lectores de estos pocos y nada más. Digamos que es el síndrome Harry Potter: ¿cuántos de los entusiastas fans del maguito traumado han agarrado otros libros más adelante? La FIL podría, se me ocurre, ir averiguando qué tanto funcionan las presentaciones masivas para crear lectores de verdad, es decir: lectores con criterio que no sólo consuman lo que la mercadotecnia editorial les manda.
Un tema por demás atractivo respecto a la presencia colombiana: la literatura enfrentada a la tremenda realidad que se vive en ese país, y qué se hace con ello. Es la mesa titulada «¿Cómo se cuenta y se exorciza la violencia de Colombia?», donde participará, entre otros, Héctor Abad Faciolince, uno de los narradores más interesantes que vienen a la Feria. Ahora: si preferimos ponernos frivolones, también hoy va a estar José Ramón Fernández (para preguntarle qué se siente ahora que Carlos Albert y él ya «volvieron»). El día va a estar surtido: moneros (Rius, Helioflores), periodistas, el tepiteño Armando Ramírez, rockeros (éstos sí: José Manuel Aguilera, Javier Corcovado), Ángeles Mastretta... ¡hasta Marcelo Ebrard! Un buen día para dedicarse a ver libros con toda calma y, salvo lo de los colombianos que digo, apartarse de los tumultos que habrá en los salones grandes y chicos.
Tres días llevo estacionándome en el baldío que hay cruzando Mariano Otero. Chico terrenote, como para hacer ahí otra Feria: nomás que le echen agüita para que no se levante el terregal. Todo sea por seguir aquí, y más ahora que Ana Colchero ya llegó.
Arturo Pérez-Reverte es otro de los escritores que no fallan a la hora de atestar salones. No digo que esté bien ni que esté mal: sólo que yo veo cada vez con más recelo el tratamiento de rockstar que se suele dispensar a determinadas estrellas en la Feria. No soy tan necio, tampoco, para no entender que la espectacularidad conviene a las editoriales, pero sí me preocupa —bueno, ni tanto: es un decir— que los lectores conquistados por tales figuras terminen siendo solamente lectores de estos pocos y nada más. Digamos que es el síndrome Harry Potter: ¿cuántos de los entusiastas fans del maguito traumado han agarrado otros libros más adelante? La FIL podría, se me ocurre, ir averiguando qué tanto funcionan las presentaciones masivas para crear lectores de verdad, es decir: lectores con criterio que no sólo consuman lo que la mercadotecnia editorial les manda.
Un tema por demás atractivo respecto a la presencia colombiana: la literatura enfrentada a la tremenda realidad que se vive en ese país, y qué se hace con ello. Es la mesa titulada «¿Cómo se cuenta y se exorciza la violencia de Colombia?», donde participará, entre otros, Héctor Abad Faciolince, uno de los narradores más interesantes que vienen a la Feria. Ahora: si preferimos ponernos frivolones, también hoy va a estar José Ramón Fernández (para preguntarle qué se siente ahora que Carlos Albert y él ya «volvieron»). El día va a estar surtido: moneros (Rius, Helioflores), periodistas, el tepiteño Armando Ramírez, rockeros (éstos sí: José Manuel Aguilera, Javier Corcovado), Ángeles Mastretta... ¡hasta Marcelo Ebrard! Un buen día para dedicarse a ver libros con toda calma y, salvo lo de los colombianos que digo, apartarse de los tumultos que habrá en los salones grandes y chicos.
Tres días llevo estacionándome en el baldío que hay cruzando Mariano Otero. Chico terrenote, como para hacer ahí otra Feria: nomás que le echen agüita para que no se levante el terregal. Todo sea por seguir aquí, y más ahora que Ana Colchero ya llegó.
Publicado en la columna «¿Tienes feria?», en el suplemento perFIL, de Mural, el sábado 1 de diciembre de 2007.
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