La Joseluisa


 Hoy cumple 10 años  la Joseluisa. Por la noche, para festejar, el escritor José de la Colina, el periodista Juan José Doñán y Joaquín Díez-Canedo, el director del Fondo de Cultura Económica, sostendrán una plática alrededor de la figura de José Luis Martínez, el crítico e historiador de la literatura en cuyo honor fue nombrada la librería, y habrá además coctelito sabrosón. Será ocasión, pues, de alegrarse por la existencia y la supervivencia de un espacio excepcional en Guadalajara: un territorio de encuentro con los libros, que alrededor de éstos, más allá de la venta al público, ha venido desplegando una rica historia de acontecimientos afortunados para cuantos hemos dado en rondar por ahí.
    Más de una vez he pensado, mientras tienen lugar las sesiones del taller de ensayo literario que coordino en la librería desde hace más de cinco años, que lo que sucede en la Joseluisa no es muy normal. Por una parte, me parece cosa inusitada la naturalidad y el provecho con que el público disfruta las diversas formas de funcionamiento que ofrece el local: compradores de libros en busca de algún título en particular, curiosos que sencillamente se asoman a ver qué hay, padres que llevan a sus hijos a las actividades infantiles, asistentes esporádicos o asiduos a las presentaciones o conferencias, integrantes de los diversos talleres, amigos que han tomado como base de operaciones la cafetería... Será que la Joseluisa ha sabido establecerse, en la imaginación de muchos, como un inmejorable modo de hacer pausa en el ajetreo y la neurosis de todos los días —incluso ahora que la avenida Chapultepec ha estado en obras; por cierto, como va quedando remozada, Chapultepec tiene más calidad de ornato que de paseo vivible: ¿por qué diablos no hay bancas en el camellón?—, o será que efectivamente la mera presencia de los libros propicia un sosiego y un buen ánimo que es difícil hallar en otros rincones de la ciudad.
    Pero, cuando digo que no es normal lo que pasa ahí, también me refiero, y sobre todo, a determinadas razones que nos mueven a muchos de los amigos de la Joseluisa para recurrir a ella. Hablo en concreto de quienes participamos en los talleres. A mí ha llegado a conmoverme, lo digo sin pudores, que estando las cosas como están —el país reventado, el mundo podrido, toda esperanza vuelta variante de la ridiculez y los imbéciles y los mezquinos al mando para terminar de pervertirlo todo—, un grupo de personas de las procedencias más diversas decida reunirse regularmente para hablar de poesía, para leerse cuentos, para poner sus vidas por escrito, para aprender a poner comas, para hacer la crónica del instante, para hacerse las preguntas más importantes acerca de sí mismas. Lo pregunté un día, en una sesión del taller de ensayo: ¿no es insólito que estemos ahora hablando de Joseph Brodksy, cuando quizás deberíamos estar pensando más bien a dónde correr? No es normal. Felizmente. Habrá que celebrar a la Joseluisa, que gracias a su existencia pasan cosas así.
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 18 de junio de 2009. Foto: Mural
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4 comentarios:

Víctor Cabrera dijo...
18 de junio de 2009, 18:15

Simón: ¡Larga vida a la Joseluisa!

Micro dijo...
18 de junio de 2009, 21:59

Pues sólo dos veces he entrado a la Joseluisa. Una de pasada a dejar un cuento corto para la convocatoria del Julio Verne; y otra, para dar una ojeada rápida al local, con miedo de que si agarraba un libro y veía la contraportada, podría llegar a comprarlo.

En la segunda fue cuando precisamente vi a gente de diversas latitudes lúdicas e intelectuales leyendose unos a los otros, y te ví del otro lado de la mesa donde estaban, supongo que ese era el taller.

Quise parar oreja pero ya me tenía que ir por mi nieve a la Santa Clara prometiendo volver.

Tons qué Azote, tons mi trabajo estuvo muy bueno o qué?

Alejandro Vargas dijo...
22 de junio de 2009, 20:45

Me da tristeza el recordar la Joseluisa porque quisiera regresar, pero el trabajo me lo impide.

Larga vida a la joseluisa

MIGUEL MANRIQUEZ DURAN dijo...
23 de junio de 2009, 13:36

Ante la visión de la joseluisa sólo me queda la nostalgia por los amigos siempre cercanos de mi segunda matria. Un abrazo, Israel. Miguel Manríquez