El país es un asco, de acuerdo, pero no precisamente el asco que
pinta el corto de los «niños incómodos» que empezó a circular antier, y
que ha recabado tanta atención. Primero, porque en el asco de todos los
días no suena incesantemente, para terminar de pudrirnos la vida, la
tonadita gangosa de José José. Felizmente. Segundo, y más importante,
porque en esa maqueta de la descomposición nacional urdida por la
iniciativa «Nuestro México del Futuro» faltan incontables elementos de
peso que fueron convenientemente soslayados, y sin los cuales la
supuesta crudeza del corto en cuestión queda sólo en la reiteración
melodramática (y muy cursi) de un puñado de obviedades: sí, los
diputados se jetean en vez de trabajar; sí, hay balaceras todos los días
y los civiles inocentes no tienen más que tirarse al suelo; sí, hay
mendigos y rateros y manifestaciones y taxistas vociferantes y policías
corruptos y funcionarios corruptores y personajes corruptos que
corrompen hasta que son secuestrados, y etcétera. ¿No sabíamos?
Pero se echa de menos, por ejemplo, a un niño encarnando a un
empresarito televisivo cuando palomea las porquerías que atestan la
programación con que su emporio cumple funciones de Secretaría de
Educación Pública; a una niña como la lidercita magisterial en sus
amarres y las multitudes de adeptitos que, al trabajar por la
prosperidad de ésta, se aseguran la propia —y, asimismo, lidercitos
petroleritos, mineritos, burocratitas y demás—; faltan también el
banquerito, el industrialito negrerito en sus trácalas y enjuagues, el
evadorcito de impuestos, los presidentitos de partidos y los dueñecitos
de éstos (un niñito verdecito, pongamos por caso); el arzobispito de
espaldas a su grey, arreglando impunidades, encubriendo pederastitas y
bendiciendo con su presencia a los ricachoncitos; y, por qué no, los
candidatitos con sus fábricas de sandeces y todo su cinismo, y los
gabinetitos identificables de la administración actual y las pasadas.
Entre otros muchos.
Acaso no sea tan asombroso que semejante
producción menee, como por lo visto ha hecho, la nata sentimentaloide en
que los mexicanos nos descubrimos chapoteando cuando no estamos
sobrecogidos por el miedo, reducidos por el agotamiento de lo cotidiano o
viendo que viene el Papa. Y es que para eso está tramado: para
conmover, jamás para indignar. Pero conmover no sirve de nada, y en este
caso es apenas una pretensión patética de chantaje: como si «Doña
Josefina», «Don Enrique», «Don Andrés Manuel» o «Don Gabriel», ese
póquer de ilusorias omnipotencias, acto seguido se vieran rediseñando
sus planes para que cesara el infiernito de los niños que salen en el
corto. «Siempre se habla de El Niño como si fuera un monstruo de inmenso
tamaño, vasta complejidad y sorprendente novedad», escribió Chesterton,
y por eso estos niños, así disfrazados y puestos a actuar, parecen
monstruosos. Pero lo verdaderamente monstruoso es el tamaño de la
ingenuidad nacional.
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 12 de abril de 2012.
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2 comentarios:
México está lleno de ingenuos y de borregos. Exceptuando al autor y a nosotros, los lectores y seguidores de este blog que vemos la verdad y se la echamos en la cara a los borregos.
Ya leiste la pagina?
http://www.nuestromexicodelfuturo.com.mx/
Es un movimiento social muy fuerte el que hizo ese video. Estan haciendo un libro con las necesidades del País para darselo al presidente. Tienes razón en que esta hecho para llamar la atención.. el problema seria que despues de verlo muchas personas no visitaron la pagina.
Saludos
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