Otra vez calaveritas


 
Ilustración: Mural / Daniel Terán

Si el ingenio del mexicano en verdad fuera las maravillas que se dicen de él, los coches funcionarían con agua de lluvia, las calles que se inundan las navegaríamos en lanchas supersónicas, ya habríamos hallado cómo curar la influenza con tequila y el Doctor Carstens sería un héroe nacional. Y no es que tal cosa (el ingenio famoso) sea inexistente: lo malo es que no sirve para nada de provecho. Produce, sí, y en cantidades incalculables, las excusas, las tomaduras de pelo, las mentiras, los chistes crueles y las transas todas que dificultan —o acaso posibiliten— la vivencia de todos los días, y si bien la subistencia de muchos depende del ingenio que sean capaces de poner en práctica (piratas, rateros, diputados, revendedores, coyotes, etcétera: toda esa pelusa), la supuesta agudeza que da nacer aquí generalmente es causa de numerosos malentendidos. La tradición de las calaveritas que brotan por estos días, por ejemplo.
    Calaveritas: las composiciones en versos por lo común mal medidos, trabajosamente rimados y muy rara vez sorprendentes, que buscan caricaturizar a un famoso tratándolo como si ya hubiera muerto (incluidos los muertos). La costumbre manda que esas composiciones tienen o tendrían que ser: 1) chistosas, y 2) oportunas. Sepan hacerlas o no —la inminencia del Día de Muertos infunde inspiración a incontables versificadores espontáneos—, sus redactores buscan cumplir el segundo requisito dedicándolas a personajes señalados por la actualidad noticiosa. Los límites del periodo que se entienda por actualidad son flexibles, pero dejémoslos en un año: así, en este 2009 tendrían que entrar, con todo derecho, Michael Jackson, Juanito, Rigo Mora, el presidente hondureño defenestrado, Alejandra Guzmán, Javier Aguirre, Obama y Alfonso Gutiérrez Carranza —en cuya calaverita no se dejará de llamarlo «guapo» o «galán». Fox y Marthita, en cambio, que hace rato no salen con alguna gansada, no tienen gran chiste y conviene prescindir de ellos, lo mismo que de los consabidos que dan todo el tiempo razones para la sorna: el Gobernador González («Emilio» que le diga Vázquez Raña), Jorge Vergara, Elba Esther, y así —aunque las calaveritas lucen más cuando son muchas, y por lo regular entran todos, hasta los más desabridos. Luego, sin embargo, vienen varios problemas. Hay prioridades: los muertos más recientes —o sea los que sí se murieron, y no nomás en verso— van por delante (el «Negro» Guerrero, claro); enseguida los decesos más lejanos pero pegadores (Benedetti o el Kraeppelin), para continuar con los vivos: locales (el Cardenal) antes que foráneos (Berlusconi, Hugo Chávez), faranduleros (Susan Boyle, Mercedes Sosa) antes que maleantes u orates (el predicador/secuestrador Josmar, que, por cierto, ¿qué ha sido de él?).
    Lista la lista, lo que sigue es lo más difícil: que las calaveritas sean divertidas. Y aquí es donde, independientemente de las aptitudes de sus autores, la gran mayoría fracasa, sea porque han de ajustarse a las fórmulas (si pueden), por la reiteración de los lugares comunes a los que obliga el folclor (usar los términos «Pelona», «Huesuda», «Parca» y, el peor, «Catrina»), o sea porque en realidad eso de la familiaridad que el mexicano supuestamente tiene con la «Calaca» (éste faltaba) es —como el ingenio nacional— una falacia, de tal manera que los jugueteos verbales que se hacen con la muerte son más bien una especie de refrendo del temor y el respeto: no hay tradición que no imponga cierta solemnidad en su observancia, y así cómo van a funcionar de verdad la burla y la risotada. También: no hay tradición que no reclame ser abolida: por la ingente cantidad de calaveritas insulsas que se publican año con año, ¿no habría que sepultar ya esta costumbre, que tan poco favor le hace a ese ingenio del que tanto nos gusta alardear?

Publicado en Mural el lunes 2 de noviembre de 2009.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...
2 de noviembre de 2009, 16:37

Precisamente lo que se rescata de esa tradición es la promoción de la escritura, la ejercitación redacción. Las calaveras lamentablemente no son muy brillantes, pero es ya una expresión personal, depende de cada Calavera y cada autor, pero es una forma de jugar con elementos de la sociedad que se nos ha impuesto, de sus creencias y de sus ideas como de su lenguaje.
Deberías intentar escribir calaveras y ver si eres talentoso, o prefieres escribir con otros estilos, pero te guste o no las calaveras seguirán siendo una tradición mientras alguien disfrute escribir una calavera, la lean más personas o no.

Estudio en una escuelita de filosofía del estado de Veracruz, aquí no se fomenta este tipo de actividad. No se promueven las calaveras, así que aquí dejo la calavera para los filósofos y juzga tú si es buena o no, oportuna o no,
Como dices, son malas rimas y métrica, eso es innegable, pero subyace una intensión y un gusto.


Calavera para los filósofos.

No importa que rime
Lo que importa es que se burle,
La calavera ríe y ríe,
¡qué importa que importune!.

Mucho importa a la calaca
llegar al cementerio
hecha la talacha
de matar en serio.

Esta vez tocó a los filósofos,
De todos tipos y tamaños,
Tanto a flacos como bofos,
Jóvenes y entrados en años.
Hembras y varones, todos,
Vacas sagradas las unas,
Gatos lleva café los otros,
¡Saquen las uñas!,
¡Saquen ojos!.

¡ora sí pinches filósofos!,
¡Ora sí les llegó su hora!
Por andar de sustanciosos,
Analíticos otrora,
Bufones hoy graciosos
Del sistema que da leche.
¡ora sí que se los eche!
¡La mismísima muerte!
¡Mueran filósofos demagogos,
mueran discípulos pedorros!

Es día de los muertos,
¡la muerte que se los eche!
Prendamos una vela a Nieztsche,
otra a dios y sus secuaces,
Hoy la muerte bailará triunfante
Sobre Platón o Jenofante.
Viene la muerte y dice:

¡Ora sí filósofos
Ya les cargó su madre!
vienen conmigo al cementerio,
esto es asunto serio,
derramarán su sangre
allá en el azufre infierno,
por no enseñar en clases,
por imitar a los disfraces,

¡Sí, oyen bien vacas!
¡Sí, ovejas y bueyes!
Ora sí no se la sacan
Ni con sus lógicas leyes.
Vámonos filosofitos
Por tener cerebritos
De bonitos y jotitos.

¡Soy la pinche muerte! ¡La catrina!
¡Qué ser-para –la muerte- de Heidegger!,
¡Ese filósofo también
ya valió madres!,
¡Mejores he oído en la cantina!.

¡ora sí filósofos verdes!
¡es la hora de sus muertes!
¡Ya les llegó la calaca!
¡Muerte soy!, ¡tilica y flaca!,

Armando Madrazo

Luis Vicente de Aguinaga dijo...
3 de noviembre de 2009, 10:10

Yace aquí, echado de panza,
el cadáver incorrupto
del Marqués del Exabrupto,
don José Israel Carranza.

Rechinando ya los dientes,
logró expresarse, aún hoy,
bien de Borges, Arlt y Bioy,
mal de Cortázar y Fuentes.

Prosista de buenos modos
y, con todo, malmodiento,
exhaló el último aliento
en polvos de aquellos lodos.

Hija de Gog y Magog,
la Calaca, nada lerda,
con sonrisas lo recuerda
en las brumas de su 'blog'.

Víctor Cabrera dijo...
7 de noviembre de 2009, 20:52

¿Cómo van a funcionar
la burla y la risotada,
si se cargó la Chingada
al capo di questo lar?

Si fue pasado de lanza
o una piedra en el zapato,
dispénselo usted, Carranza
era un "ensayista nato".

Murió empachado de estilo,
de Blue Grass y Lobo Antunes;
desde el martes hasta el lunes
sacaba a su pluma filo.

Ni calacas ni catrinas
leen al señor Phillip Roth,
se lo llevaron dos flacas
fanáticas del 'blogspot'.

Víctor Cabrera dijo...
9 de noviembre de 2009, 13:05

Fe de errata:
En el verso 8, donde dice "ensayista" debe decir "ensañista".