Una historia así tenía que ser contada por un autor como Fabrizio Mejía Madrid. Es el caso de un narrador al que la práctica de la crónica periodística ha dotado de un oído inmejorable: la vida, finalmente, está armada con voces. Además, por cuanto es posible reconocer en la ficción la famosa realidad, es un libro divertidísimo. ¿La historia? La de un poeta caído en desgracia —o que jamás salió de ella—: «Se hizo poeta en un taller en la Casa del Lago, insultó al profesor, le aventó un high ball a Augusto Bocanegra en una fiesta, se tuvo que ir del país, y viajó a España, a La Franja de Gaza, y a la revolución sandinista en Nicaragua, es decir, se perdió en el desierto comiendo peyote [...] Pero elevaba anclas casi todos los días. Huía, huía de algo muy profundo y negro como mi suerte. ¿De qué huía?».
Tequila, DF, de Fabrizio Mejía Madrid. Mondadori, 2008.
Publicado en el suplemento Primera Fila, en Mural, el viernes 9 de enero de 2009.
1 comentarios:
Simón. Lo malo es que se dice "levar", no "elevar" anclas. Muy buen oído ha de tener, el huevón, que ni el diccionario va y consulta. Gacha su calavera.
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