¿No venían tres en cada bolsita? Uno: en días pasados, la escritora Carmen Boullosa, célebre y desparpajada, dio una entrevista a propósito de su nueva novela, El complot de los románticos, cuya historia se extiende sobre lo feo (así: «feo») que es el gremio de los escritores en México. La trama: un puñado de escritores (feos; o bueno, a lo mejor habrá algún guapo, pero el alma la tienen podrida) se pelean por conceder un premio de novela y, en palabras de la autora, «provocan una tragedia, incendian el Palacio de la Zarzuela, sitio donde se habrían reunido por última ocasión». Nada menos. Pero lo mejor (o lo peor) viene más adelante, cuando a Boullosa le preguntan, o más bien ella se pregunta solita, si el gremio —al que, ¡ay!, ella también pertenece— podría ser peor: sí, se responde, pero adereza la aseveración con este despiste (¿o esperanza?): «Habrá que ver si ahora el narcotráfico decide emprender un mecenazgo literario. Algo que no me extrañaría. Es más: lo deseo». Tal cual. Así de feo.
«¿Eso dije?».
Dos: Susan Boyle, una seño que podría haberle servido de modelo a Carmen Boullosa, por lo fea —a estas alturas uno ya no sabe si es políticamente incorrecto decir de alguien que es feo, sobre todo cuando, en efecto, lo es, y más al modo épico de la señora Boyle («señorita», según reveló oportunamente): ni modo—, una escocesa de 47 años que en lugar de peinarse se echa un perro atropellado en la cabeza, es la nueva y fugaz sensación de internet. Su éxito: que, cantando, encantó a los televidentes británicos en un programa dedicado a detectar talentos insospechables. Ya es más famosa que Obama (quien ya dejó de ser el sabor del mes), y por su celebridad incluso ha recibido la oferta de hacer una película, digamos, cochinona. Es chistosa, la mujer: algo así como media versión reloaded de «La Tostada» y «La Guayaba». Podrá no ser una María Callas, pero al menos no aúlla.
Tres: hoy es Día Mundial del Libro. Menudean las celebraciones (a mí me hicieron volar a Saltillo para presentar unos libros allá), y en Guadalajara la más espectacular es la que organiza la FIL, con una lectura pública de los cuentos de Horacio Quiroga. No es que esté mal, total, alguien podrá divertirse o hallar esta actividad edificante —y hasta emocionarse con Quiroga, que es entrañable—: lo triste (lo feo, para que tome nota Boullosa) es que el festejado sea, en México, un artículo cada vez más oneroso, una idea vaga que poco se sabe para qué puede servir, un enemigo público y, muchas veces, un franco disparate. Comprar un libro es, cada vez más naturalmente, una insensatez, y no se ve que la cosa vaya a mejorar. Las editoriales se quejan, las autoridades a las que incumbe el tema están demasiado atareadas en medrar, los lectores tenemos que terminar sirviéndonos de otros recursos (las fotocopias, internet), y los libros siguen subiendo de precio. La tradición dice que se regale una rosa, hoy, con cada libro que se compre. Mejor que regalen un descuento, o siquiera unos vales de despensa.
«Quería comprar un libro, pero no traigo un varo».
Publicado en la columna «La menor importancia», en Mural, el jueves 23 de abril de 2009.
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5 comentarios:
1. Narcotraficantes mecenas de literatos... habría que ver yo le entraría si fuese posible escribir de algo más que Suburbans de colores brillantes y pacas de hierba mala.
2. Si existiese, y es que tampoco sé si existe, un término políticamente correcto para referirse a las "personas poco agraciadas" o a los “ciudadanos con ausencia de belleza física" Ojala sea (o haya sido) Vicente Fox el autor intelectual: estoy seguro que algún día se convertiría en un básico de la carrilla nacional.
Lo que ha de querer Carmen Boullosa es que un repartidor en motoneta le lleve diario a su casa tres o cuatro churrumáis de mostaza gratis. Pero eso no es anhelar el mecenazgo: es hacerse una vulgar chaqueta mental. ¿Qué? ¿Se siente algo así como el equivalente literario de Usain Bolt, que no debe gastar en ropa ni zapatos deportivos gracias al "mecenazgo" de Adidas, Nike, la Canadá o quien sea que lo patrocine? Ahora resulta que de Lorenzo de Médicis al Chapo Guzmán sólo hay un paso. Mira, tú... Que pague por sus vicios, la pacheca.
Y bueno, Carmen Boullosa siempre ha sido muy atinada a la hora de soltar ese tipo de comentarios tan a bocajarro que me hacen recordar aquella célebre frase de Groucho Marx: Es mejor quedarse callado y parecer idiota que abrir la boca y disipar todas las sospechas (más o menos así decía el célebre Ruffus T. Firefly). Por lo demás, ¿qué tal nos caería una bequita FonCapo patrocinada por don Chapo Guzmán, eh? Y al que no cumpla con sus entregas que le corten la cabeza. Pienso que de esa manera, al menos se solucionaría el problema de la cada vez más evidente sobrepoblación poética. ¡¡¡Y arriba Guanaceví!!!
Se llaman Twinkies, mi buen. Y no siempre van de a tres: a veces, como Submarinos comunes y corrientes, van de a dos. Y salen, cómo no, en la Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Twinkie
YO creo que Susan Boyle se parece a ti
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