Proyecto Chavita 4: El desdén

Chavita, espejo de dignidad, ha llegado al desdén antes que yo. Como consta por aquí, las últimas veces que se ha acercado a pedirme un cigarro (hasta cuatros cigarros en el curso de una noche) yo he querido reunir el coraje para negarme. Inútilmente: siempre consigue saquearme. En ocasiones he pretendido no advertir su presencia, y con los audífonos puestos, por ejemplo, o con la atención puesta en un libro —falsamente: no pierdo detalle de lo que haga—, he esperado a que se sienta desairado y se largue. También he recurrido a soltarle alguna conminación más bien imbécil: «Es el último», le digo alargándole la cajetilla, pero él y yo sabemos que no será el último cigarro jamás.
Hoy, sin embargo, entró al café, miró en la dirección en que me encuentro (el mismo banco de la barra: la cajera, el otro día, se burló suavemente de mí porque mi lugar habitual estaba ocupado por el Doctor —otro personaje: más adelante, quizás, daré alguna noticia sobre él—, y eso me condujo a una mezcla muy extraña de desamparo y orgullo), y antes de que yo alcanzara a esconder los cigarros de su vista, dio la media vuelta y desapareció. ¿Ya ha prescindido de mí? Imprimir esto

2 comentarios:

Alejandro Vargas dijo...
1 de marzo de 2008, 21:35

ahora qué pasara? no te sientes como raro por el acto de Chavita?

Anónimo dijo...
3 de marzo de 2008, 15:41

Ni Dios lo mande. Quedarnos sin saber más de Chavita, puede provocar un verdadero caso de ansiedad para algunos de tus lectores, especialmente para mí.